Coppola
nació el 7 de abril de 1939 en Detroit. Hijo de Carmine, director de orquesta, y de Italia, actriz. Siendo un niño, estuvo confinado en su cama por la polio, por
lo que tuvo tiempo de desarrollar una imaginación fabulosa, creando
espectáculos de marionetas y experimentando con películas de 8 mm. Se licenció
en Teatro y luego realizó el examen de posgrado en la Universidad de
California. Conoció al rey de las películas de clase B, Roger Corman, y comenzó
a trabajar de guionista, pero siempre fue muy receloso con los grandes
estudios, de ahí que pronto se juntara con George Lucas, director de La guerra de las galaxias, y en 1969 formó su propia productora: American Zoetrope.
Un año después, colaboró en el guion de Patton
y ganó su primer premio de la Academia. Pero su gran golpe cinematográfico
vendría en 1972 con El Padrino.
En los
años ochenta ayudó a presentar al mundo a toda una generación de actores
jóvenes (Tom Cruise, Rob Lowe, Patrick Swayze) en Rebeldes. Una década después, hizo una versión de Drácula, muy aplaudida por la crítica, y más tarde El Padrino III. Tras otro de los
períodos tranquilos, recibió un Oscar Honorífico y volvió al desarrollo de la
utópica Megalópolis. Siempre fue el
miembro más venerado de una familia de artistas, comprometida con la pantalla
grande: tanto su padre, su hermana (Talia
Shire), así como su hija Sofía o su hijo
Roman, trabajaron en el medio, sin olvidarnos de su sobrino Nicolas Cage. Pero no
siempre el monte fue orégano, dicho en lenguaje
llano, ya que algunos rodajes de sus películas llegaron a ser un verdadero
infierno, además de una verdadera ruina. El calvario más grande lo vivió con el
rodaje, maldito donde los haya, de Apocalypse
Now, hasta el punto de que llegó a perder 30 kilos de peso, tras 238 días
de rodaje absolutamente demenciales, más de 370 horas de montaje, denuncias por
la decapitación de un buey, más el agujero económico que generó en su cuenta,
una deuda que tuvo que avalar y gestionar después haciendo películas de
encargo.
La obra está basada en “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad que describe el viaje del capitán Willard (Martin Sheen) a la selva en la frontera camboyana para encontrar al coronel Kurt (Marlon Brando), que se había erigido en un pequeño dictador de un imperio en mitad de la selva, y acabar con él. Willard, con una embarcación de patrulla, realiza el viaje y experimenta un montón de atrocidades en ese descenso al infierno que implica la guerra. La película, en sí, no es más que una reinvención de la novela a través del prisma de la guerra de Vietnam. Coppola admite que el éxito de “El Padrino” se le había subido a la cabeza. Pensaba que nada podía salir mal. Pero la realización fue un infierno: se prolongó en el tiempo, superando el presupuesto; el actor Martin Sheen, que sufría de alcoholismo, intentó atacar a Coppola y finalmente tuvo un ataque al corazón; Brando amenazó con suicidarse; un tifón destruyó todas las escenografías y decorados… Al final, la película se convirtió en la más cara de la historia del cine. Una de las secuencias más recordadas es el ataque con helicópteros (al mando del coronel Kilgore -Robert Duvall-) a un poblado vietnamita acompañado por los acordes de La cabalgata de las Walkirias de Richard Wagner. El director llegó a afirmar: ꟷ”Mi película no trata sobre Vietnam; es Vietnam”. Los productores pararon los pies a todos estos “hippies zumbados” y, al final, Francis Ford Coppola tuvo que hacerse cargo del coste, si realmente quería terminarla. Así que empeñó su casa. En un principio, se pensaba en un rodaje sencillito de una 16 semanas en las paradisíacas selvas filipinas y ya está. Nada más lejos. Pero quizás ahí radique su atractivo. Gran parte de la leyenda y de la mitología de esta película se debe a esa producción épica, iniciática, a ese vivero de anécdotas, con un rodaje al límite, talento a raudales por todos los sitios… El resultado no fue otro que una obra que ya es un mito, una obra con mil lecturas de la que entresacar tantísimos aspectos para ser analizados. La película se estrenó en 1979. Inolvidables son aquellas imágenes de las aspas de un ventilador fundiéndose con las hélices de los helicópteros de combate; el constante rumor de la selva; el calor asfixiante; la música (como ya hemos señalado); y ese sonido desbordante repartido en cuatro o cinco canales de audio. Recordar que en 1976 Eleanor viajó a Filipinas con su marido y sus tres hijos: Gio, Roman y Sofía. Los chavales vivían en una casa en Manila, mientras ella acudía al rodaje para grabar material que acabaría convirtiéndose en el célebre documental Corazones de tinieblas: el apocalipsis de un cineasta. Es más, por seguir apuntando cosas, no olvidemos que Coppola llevaba guardaespaldas de manera permanente, proporcionado por el gobierno filipino, por miedo a los rebeldes. Así lo anota Eleanor en su cuaderno de campo. También traer a colación el despido de Harvey Keitel, con el rodaje ya empezado, que iba a interpretar a Willard, papel que terminaría haciendo Martin Sheen. Con el tifón, en Manila hubo decenas de muertos. La casa de Coppola se inundó. Sin embargo, Francis dijo: ꟷ”El monzón de Vietnam trae mucha lluvia y mucho barro. Vamos a rodar”. El actor Frederic Forrest afirma: ꟷ”Nunca he pasado tanto miedo en mi vida”. Él y Martin Sheen tenían que adentrarse en la selva hasta encontrarse con un tigre y el animal, hambriento, se acercó tanto a los actores que tuvieron que intervenir los domadores, mientras Coppola gritaba que se tenían que acercar aún más.
“Así
es como termina el mundo” dice el poema de T.S. Elliot que el coronel Kurtz
(Marlon Brando) lee a la luz de una vela, “no con una explosión, sino con un
gemido”. Han pasado 40 años de ese descontrol, de la montaña de deudas que
contrajo para filmar, dando rinda suelta a sus vicios y a su megalomanía, de
esa reliquia con la que reflejar la demencia de aquel conflicto bélico, sin
olvidar, ya terminando esta parte, la magnífica y excelente fotografía del operador Vittorio Storaro, cameraman habitual de Bertolucci, que, cuando le han preguntado por
Apocalypse Now, afirma: ꟷ”Uno
puede escoger una página de un libro, una nota de un sinfonía, una secuencia de
una película… Me cuesta hacerlo. Cada filme es una pieza del puzle de mi vida,
pero de la película que me pregunta usted diría que… Fue uno de mis grandes
logros”. La jungla tenía que parecer Vietnam, por lo que había que encargar
lentes nuevos anamórficos Technovisión y rodar con la emulsión Kodak 5247 de
100 ASA, de baja sensibilidad. Es lo que se llama “narrar con la luz”, que no hacen falta ni diálogos. Ejemplo: la
secuencia con las imágenes finales del campamento de Kurtz cuando está llegando
a sus aposentos en las que se vuelve a forzar el negativo, ofreciendo más zonas
de sombras y mayores contrastes, y entonces aquello se convierte en una abstracción
total. Esa secuencia quedará para siempre en la memoria de cuantos espectadores
han tenido la oportunidad de visionarla detenidamente.
Después
de tal experiencia, parecería claro que Coppola terminaría rodando un musical.
Algo que no le sorprendería a nadie. Entre su gusto por el teatro musical, su
formación y siendo su padre compositor, la decisión parece que estaba más que clara.
La idea era preparar una historia sencilla y con una producción controlada. Por
lo tanto, lo mejor sería volver a rodar en los estudios. Ahora bien, tratándose
de Francis Ford Coppola, cabría preguntarse: ¿Un trabajo sencillo, moderado…?
Dado
que la electrónica y la televisión estaban ofreciendo importantes avances, no
se conformó con trabajar en los estudios, sino que compró el suyo propio. En la
compra y remodelación invirtió once millones de dólares. El resultado fue Corazonada, un musical hipnótico y
estilizado, fascinante visualmente, que supuso un fracaso descomunal de crítica
y espectadores, también en cuanto lo económico. Pero no artísticamente. Hasta
tal punto que, con este filme, se adelantó 25 años a su tiempo, con un
derroche de luz, imaginación, fantasía, colorido, teatro, bailes, brillo y
fascinación como pocas veces se ha dado en el cine. Coppola partió de una sencilla historia de Armyan
Bernstein, situando el desarrollo en Las Vegas, y preparó una parábola musical
sobre una pareja que está junta, se separa, cada uno tiene un affaire y vuelven a estar juntos otra
vez. Una historia sencilla, incluso algo tonta, con un desarrollo naíf, que,
sin embargo, contrasta con la
complejidad de la iluminación y la puesta en escena. Se trataba de recrear Las
Vegas en un estudio: un barrio residencial, un trozo de aeropuerto, un motel,
las afueras del desierto, y, sobre todo, fachadas luminosas, luces de neón en
las paredes, en el suelo… Y de nuevo aparece Vittorio Storaro, a lo que añadir una banda
sonora compuesta por Tom Waits e interpretada por el mismo y Crystal Gayle, que
valdría la pena volver a escuchar ahora.
Con el
tiempo Corazonada ha resultado ser
una película de culto. Pasó igual que con Las
puertas del cielo de Michael Cimino y con Roma de Fellini. La película
tiene rasgos de comedia romántica, de un musical sin serlo, porque, si lo pensamos, los protagonistas no cantan y apenas si hacen números
de baile… Tampoco es un drama… Y quizás sea mejor así. Me gustan ese tipo de
películas que son una amalgama de géneros, una mezcla de influencias… Fueron los propios
hermanos Cohen, los que siguiendo la estela de esta película, años después,
llevarían estas experiencias hasta las últimas consecuencias. En realidad, se
trataba de experimentar, de combinar los géneros. Y por ponerle un pero, quizás,
si acaso, habría que buscarlo en el guion y… en un casting desafortunado, porque
creo que hasta Nastassja Kinski estaba
deslumbrante como artista de circo. Y no digamos el trabajo visual… Hay momentos
en este cuento de hadas a la hora de capturar
la luz…, que tal vez estemos ante uno de los mejores trabajos de Coppola. Sin
duda una película fallida y, como tal, también es el reflejo de toda una
carrera que prometía mucho y que se quedó a medias, porque, no nos engañemos,
ese es su estilo, ése es Coppola, los momentos inalcanzables combinados con los
puntos bajos; lo bueno y lo malo.
Por
último vayamos a la esperada película Megalópolis,
que cuenta los esfuerzos de un prestigioso arquitecto por recuperar una ciudad
en decadencia, ante la oposición del cacique local. “Quería hacer una película
sobre la manera como exprime el ser humano lo divino”, declaró en una ocasión.
Hace
un mes Coppola perdió a su esposa Eleanor, a quien estaba dedicada la cinta. La
obra fue presentada en el último Festival de Cannes, por donde también pasaron Paul Schader y George Lucas.
El de Detroit ya ganó la Palma de Oro en 1974 con La Conversación.
Las
críticas iban desde “una locura de proporciones gigantescas” a decir “esto es
lo más alocado que he visto en mi vida”. Lo cierto es que Coppola está en boca
de todos. Ningún debut ha sido esperado con tanta curiosidad como el de este
año, en el que el director ha invertido 120 millones de dólares de su propio
dinero, un estreno precedido de rumores, dudas sobre su atractivo, mucha
improvisación, drogas, a lo que añadir cierto comportamiento errático del
propio Coppola. Lo cierto es que después de la proyección, el público de Cannes
se puso en pie para ovacionar la película: 7 minutos de aplausos. Muchas reseñas, como la de The Gardian,
fueron terriblemente malas: “megainflado”. Otras hablaban de “desastre”, filme “adormecedor”… Pero, ¿qué es realmente Megalópolis? ¿Un trabajo de arrogancia, una gigantesca locura, un
experimento audaz de capturar la caótica realidad contemporánea…? ¿O es todas
esas cosas al mismo tiempo?
Bajando
y poniendo los pies en el suelo, lo que se sabe es que en el rodaje hubo
fricciones con Shia LaBeouf y que, durante la secuencia de la orgía en el club
nocturno, Coppola entró en el plató e intentó besar a algunas extras que había
en top less. Hay quienes afirman que
a veces se quedaba en su caravana fumando marihuana y que pasaban las horas sin
que se rodara nada. Todo apunta a que los viejos métodos no han casado bien con
las necesidades a la hora de rodar una película de gran presupuesto y que el
director se ha visto superado por ellas. Sea como fuere, esta producción
futurista, siempre generará interés aunque sea, por eso mismo, por el aura de
desastre que hay a su alrededor. Es lo que sucede siempre con los grandes
acontecimientos y los cambios inesperados que sufre la sociedad: cuesta
aceptarlos. Nos tendremos que situar junto a Adam Driver deteniendo el tiempo
en la azotea de un rascacielos, aunque también se puede detener tomando un
café. El tiempo es muy caprichoso.
0 Comentarios