Aquí estoy tentando al hechizo, como
todo diablo. La vida transcurre entre el
fuego redentor de Las Fallas, las pistas de esquí y el olor de la primavera, mientras nos preparamos para la resurrección, que es algo muy parecido a quitarse el traje de la muerte, pero de
mentirijillas. El poema de marzo va desde un ramo de flores al bitcoin, la moneda virtual que reluce como el oro, pero sin oro, porque lo que sigue llamando la atención es el flus, el parné, el “billetamen”…, o sea, el efectivo, con el que quieren acabar los gobiernos para controlarnos
mejor, una ley que lo que pretende es dejarnos los bolsillos vacíos y llenos de agujeros para que,
al menos, podamos tocarnos el
sexo de manera gratuita.
La otra cosa que trae el mes, convertida en una novedad desde la pandemia, es la moda de definirse a uno mismo,
una tarea tan ardua como fascinante. El problema viene cuando llega el momento de mirarnos al espejo y, al hacerlo, vemos que está vacío. Y, en caso de verse algo, lo que se adivina no es más que una silueta hecha con cuatro trazos. Pero, bueno, al menos, sabemos que ese boceto representa la verdad, que no es otra que nuestro cuerpo en su total desnudez, nuestra patria, la única patria, y la forma más digna y más
bella de presentarnos ante el mundo, ya que en esos cuatro trazos de seda no hay ni un solo atisbo de mentira.
El tiempo va cambiando de color y las palabras
miran cada una para un lado y dicen una cosa distinta. Y ahí está la lucha: en
ponerlas en el sitio adecuado, si se dejan… Hay veces que me cuesta
convencerlas. Entonces, comienza el juego de persuadirlas para que pasen a
formar parte de una historia. Ellas serán el andamiaje donde colgar las ropas
con las que tapar a los personajes, si tienen frío. Eso, unas; otras, serán los
verbos con los que dibujar los sueños. Cuando lo consigo, tengo la sensación de
haber hecho magia.
Es sábado y, por el centro de la ciudad, en
plena calle, el vecindario se expresa de una manera caliente, muy de mañana.
Los comentarios van desde las portadas de los periódicos de tirada nacional
hasta la parrillada diaria de la tele. Cuando los vecinos se aburren, terminan
buscando entre las revistas algún número de El
Caso, que era el periódico de las porteras, de rumores y sangre, en el que
siempre aparecía el subinspector Pedrito, que, en realidad, no era un policía,
sino una periodista, Margarita Landi, la rubia del deportivo, un coche de lujo
con el que adelantaba hasta a la mismísima policía. De ahí que siempre llegara
la primera al lugar del crimen. Ahora se habla de la reina del pueblo o de una
tonadillera, sean rubias o morenas. Casquería e información bizarra, que se
consume en los patios, en los portales y en las barras de los bares, cuando no
hay fútbol. También en la cola de la panadería o cuando subes a un taxi. Pero
la lengua y la palabra no nos pueden llevar tan de mañana a las tinieblas. Ni
un periódico, ni la televisión o una tertulia. La polémica vende y el
periodismo de pacotilla enciende el fuego para que el consumo no decaiga y,
entre el alboroto, cuelan la publicidad, los más de mil anuncios con los que
regar la aburrida huerta de los ciudadanos, que caen presas del encanto de la
oferta.
Es necesario que, bien temprano, un pueblo esté
recubierto de un halo de esperanza que inunde los callejones, que Madrid los
tiene: el callejón de San Ginés, las Tendillas, la Cuesta de Carmelitos, el del
Gato, o el popular callejón de la Bragueta, denominado así por el uso inmundo
que se le daba. Y entonces venía la burla y el cotilleo, los chascarrillos.
Jerga en ese Madrid castizo donde la charla adquiere grandeza en boca de los
personajes del barrio, porque un barrio es un sentimiento, y también porque a
pie de calle sale el ingenio, como sale la historia, que fue pasando de la
Villa y Corte hasta los “manolos”, que humedecían el gaznate en las tabernas.
Voz y oído. De padres a hijos, la vida misma, que llegaba fresca a los que
“flanelaban” por los mentideros de la capital, vagando o callejeando sin rumbo,
la noticia al instante, que se colaba por el ojal de estos exploradores
urbanos, de esos individuos curtidos en la calle, y que luego lo transmitían
haciendo un juego de lenguas.
Y este es el relato de la realidad a la que hay
que acercarse y observar con respeto y serenidad, y con sosiego, porque la
verdad requiere algo de calma. Apaguen la tele y lean. Es sábado, 22 de marzo y
sigue lloviendo, lo que convierte el día en un rumor de rumores.
3 Comentarios
Nos deleitas día a día con ese juego de palabras y creas una historia poderosa.
ResponderEliminar¡¡Eres un Genio!!
Chulo
ResponderEliminarQue bueno Celine ( Bercebu )
Eliminar