Decía Domingo Ortega que “el arte nace de la relación entre el riesgo y la estética”. Suenan clarines y timbales, y viene ese paseíllo dieciochesco, ese mundo mágico y controvertido del que hablaron desde Quevedo a Lorca, la vieja disputa entre la moralidad y la mística. Sangre y arena. Y comienza esa experiencia emocional que hay que interpretar sin quedarse en los límites, porque se va a la plaza a ver la muerte rodeada de belleza y donde nos encontramos a un individuo a solas con su pasado y con el toro, ambos a un palmo, entre la fascinación y la mitología, en dos horas de arte y vanguardia, de simbolismo, de dramatismo…, de tantas cosas. Son esos momentos en los que un rayo de emoción y memoria se cruza por delante de nuestra mirada y entonces vemos a un muchacho desnudo toreando a la luz de la luna. Temple y quietud. Andrés Roca Rey o Juan Belmonte…No importa. El sol y la sombra. Las dos Españas. Y el llanto, como escribió el poeta al torero de la generación del 27. Y el resplandor de las luces que vuelven a iluminar la herejía para que veamos con toda claridad a un hombre sentado en un soneto y a un toro leyendo sus labios, abriendo de pronto las puertas del cielo de par y dibujando esa imagen eterna que nunca olvidaremos.
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Albert Serra |
Tardes de soledad ha conseguido que se recuperase el misterio y la excitación en el festival de Donostia, rompiendo todas las barreras. Ha sido el evento del certamen, sobre todo en un año en el que se ha eliminado el Premio Nacional de Tauromaquia. Albert Serra ha salido por la puerta grande con su oda a la tauromaquia en la que invirtió cinco años, algo que agiganta a un director que siempre trae bajo el brazo una propuesta diferente, ese cine de autor que es parte del misterio que lo representa, que lo define, y sabiendo que es uno de los pocos cineastas que se atreve a poner la cámara cerca, muy cerca, y que es capaz de mantenerla decididamente ahí a pesar de las voces que se oirán en su contra.Todo porque podamos ver caer una lágrima en la arena…
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Imagen de la plaza de toros en el documental |
Oti Rodríguez Marchante ha dicho que "Albert Serra da una lección magistral de acercamiento y de seguimiento al que es hoy la mayor figura del toreo, Andrés Roca Rey. La película es de una pulcritud magnífica”.
Albert Serra: "Al artista se le mide en la forma, no en la bondad del mensaje".
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