LA VIDA EN UNOS DETALLES

  


Camarón de la Isla

 La ciudad sigue llena de socavones y zanjas, esas aberturas por donde a Madrid se le ve el tanga y el tango, las entrañas y la madre que la parió.   Se ha puesto de moda el "rotondismo". Y otra caña, por favor. Agua por fuera y cerveza por dentro, mientras en el bar suena Camarón y su voz de lija se mete en el corazón, dejando abiertas las venas para que entre y salga su cante, esa música honesta y llena de intensidad. (Por cierto, el mítico cantaor no es que frecuentase Galicia con asiduidad, pero, cosas de la vida, en aquella tierra, el de la Isla, dio dos “cantes”: uno, en Vigo, adonde había ido a que lo viera un odontólogo por un dolor de muelas; otro, en La Coruña, el 5 de marzo de 1982, durante  un concierto que acabó a tiros, a navajazos y con la quema del campamento gitano del clan rival. Esto sucedió diez años antes de que José muriese en Barcelona. Qué cosas… Todo parece tener principio y fin en Cataluña: la peseta, Camarón… ¿España…?).  

Frente al bar, una vez cruzado el Paseo del Prado, nos encontramos con los Jerónimos, ese gótico tardío con claustro renacentista que por la noche resplandece en su decadencia, con la luz celestial de fondo en ese Madrid monárquico y conservador que a menudo se olvida de los barrios como Usera o Pan Bendito.


Mater Amantissima, de José Jara

La mañana porta la fragancia de los días y yo me pongo a sentir como un pajarillo en una rama. La vida, a pesar de la edad, no pierde el tono y los sentimientos salen en un santiamén de su escondrijo. Estos días tan nublados siempre veo pasearse por entre las nubes a un ángel erótico, tan sexy como aquellos relatos de la Sonrisa Vertical, un premio de literatura erótica que crearon Beatriz de Moura (Tusquest Editores) y Luis García Berlanga, en el que destacaron algunos nombres como Vargas Llosa, Almudena Grandes con  "Las edades de Lulú"…, y José Jara, un ibañés afincado en Madrid que, con "Mater Amantissima", quedó entre los cuatro finalistas en la segunda convocatoria del premio, conduciéndonos en esas líneas por la pura transgresión. Por contra, el ángel erótico, mi ángel, viene a ser un personaje que me amplía el concepto de la mujer en su ausencia y me proporciona a diario casi un modelo literario.


Rodaje de El Crack I


La historia de hoy bien cabe en una cuartilla. Los sucesos se repiten. El dinero sigue borrando el sentido de la moral y el chorro del agua de la ducha descorre la cortina de la memoria, que enciende el fuego. El agua cristalina y templada se desliza por la espalda, camino de la otra mitad del cuerpo, embelesado con los sueños de anoche. Y de la ducha al Metro, un proyecto que llevó Romanones muchos días bajo el brazo allá por 1898, hasta que, por fin, a principios del siglo XX, se hizo realidad. Un Metro que por aquellos años olía a Broadway. Y la estación de La Puerta del Sol olía a menta. Y en abril de 1933 comenzó a oler a sufragio femenino. Años después, con  los milicianos y los nacionales enfrentados, por las calles se paseaba un tufo muy particular entre las miasmas de los tabardos y de las pellizas, a lo que sumar el olor a pólvora.  En los años ochenta, cuando Garci rodó El Crack I y El Crack II, Madrid pasó a oler a celuloide, sobre todo La Gran Vía, en la que Germán Areta, al que apodaban El Piojo, era un ex policía que ahora  es detective y tiene una oficina de investigaciones privados, con un Alfredo Landa magnífico y una María Casanova en el papel de Carmen, una actriz habitual en el cine del asturiano, que, con este filme, quiso hacer un homenaje al "cine noir" americano, sobre todo a su admirado Dashiell Hammett. Por allí también estaban Arturo Fernández, Miguel Rellán... Y a pesar de la trama y de los duros momentos, siempre hay un lugar para el romanticismo, como en esa secuencia en la que Areta recibe un mensaje  de Carmen y al instante lo borra. Se sienta pensativo y en un papel escribe: "Eres lo mejor que me ha pasado".

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1 Comentarios

  1. Tus palabras también se meten en el corazón y en las venas…
    La naturaleza y ese Madrid siempre presente.
    ¡Impresionante!

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