LA TIRA DEL MIÉRCOLES

 


Gotas de lluvia sobre los cristales

                                    

Las fuertes rachas de viento que trajo Kirk, aquella borrasca que se paseó por nuestro país en otoño sin pedir permiso, se llevó hacia un lado el flequillo de Fermín, justo cuando estaba leyendo  Mazurca para dos muertos, de Camilo José Cela, una historia en la que “orvalla despacio” o con prudencia, de la misma manera que lo hacía  por aquel entonces en las calles de esta ciudad, lo que provocaba que se diera un idilio pasajero entre  los amarillos ocres de las hojas y  el verde majestuoso de los jardines.

Hoy es miércoles y regresa el orvallo a las calles, que pone algo de sensualidad  en los rostros de  los transeúntes, y el cabello húmedo, proporcionándoles una belleza serena sin que tengan que ir el sábado al estilista. Cae el chirimiri del Norte o el calabobos de Burgos y Cantabria, o quizás el sirimiri de Málaga, es decir,  la mititilla, mire usté, que deja el paisaje húmedo y un silencio alegre en Grazalema, el lugar en el que más llueve de toda España.

Llueve. Lo que cae es una mititilla, no vayamos a pensar que cae otra cosa…, lo  cual se agradece.  La lluvia deja los cuerpos muy bizantinos, pero los pintores se han  alejado del hieratismo, así como los arquitectos del arco de medio punto, y ahora están todos en la abstracción, la filosofía oriental..., cuando no en lo escenográfico, que tiene mucho peso.  La lluvia limpia la fontanería subterránea y le pone música a los tiempos, quitándole al drama la parte más seca  y absurda antes de que ésta nos devore, puesto que la lluvia acostumbra a repartir entusiasmo.


Mazurca para dos muertos

La lluvia llena de nostalgia el ambiente y nos pone algo blandos, por no decir  sentimentales. En eso se parece a la belleza, porque el agua, no sólo es el comienzo de algo, sino que nos hace solubles y nos empapa de energía, de tal modo que, hasta dormidos, seguimos soñando con ella. Entramos, salimos … La lluvia nos trae y nos lleva, nos pone en marcha, y acelera nuestra actividad, aunque sea saltando  charcos,  sacando de nuestros adentros al niño que fuimos.

Orvalla sobre los días y las noches, mientras toco la memoria, las letras impresas de siempre, la respuesta a esta invitación de la naturaleza a salir y abandonar, por momentos, mi disciplina, para marcar el territorio de los sueños, como los gatos,  yendo hasta un pinar cercano y penetrando en su densidad, en su frescor, en esa verdad que trae la mañana en el monte, en la frontera medieval del agua y de los pinos, donde se rodaron algunas secuencias de Doctor Zhivago, la novela de Boris Pasternak, otro Nobel, pero sin rebasar los límites, porque yo sólo conozco el bosque de las palabras.


Senda de Los Cospes, ruta senderismo (Valsaín, Segovia)

Sigo en esos bosques mágicos de Valsaín, donde no sólo suena el silencio, sino que  huele a silencio. Pero sobre todo huele a tierra mojada, ese olor penetrante del petricor, que es la esencia que corre por las venas de los dioses.  Y desde mi ubicación, veo cómo miles de gotas díscolas salpican las hojas y caen sobre ellas lentamente hasta alcanzar su superficie, momento en el que salen rebotadas y se convierten en pequeños  espejos donde se miran los habitantes del bosque, gente diminuta y de cuento, entre el cine clásico y los dibujos animados, mientras va levantado la niebla, que llama a la luz para que salga de su escondrijo,  mientras yo,  algo pensativo,   me quedo  con mi hombre interior, el otro, apoyados los dos en el tronco del árbol y sobre nuestro destino,  tan húmedo en estos instantes como las  hojas sobre las que cae el orvallo y  la literatura,  donde me miro.

 



Publicar un comentario

4 Comentarios

  1. ¡Buenísimo Celín!
    Dan ganas de salir a ese bosque de las palabras...
    Hay tantas frases para enmarcar...

    ResponderEliminar
  2. Jolín, maestro, te pones a hablar del tiempo y nos acabas poniendo la carne, no sólo la piel, de gallina. Las últimas novelas galegas del gran Camilo, como Mazurca, me encantan, más allá de la ranciedumbre crítica.

    ResponderEliminar
  3. No solo dan ganas de salir …. Me encantaría ser esa “gota díscola”, para estar a la altura de los habitantes del bosque.
    ¡Qué grande eres!

    ResponderEliminar