LAS VOCES DE NUESTRA CONCIENCIA: KIMI, ALEXA Y SIRI

 


El mundo de la inteligencia artificial


”Alexa, apaga la luz”, se le oye decir a mi vecina, a través  de las finas paredes. Al rato, vuelve al salón, y le dice: ”Enciende la alarma… Pon música…¿Quién es la más guapa del mundo…?”

Entonces, Alexa, se dice para sí: -“¡Esta mujer está loca…!”.

La señora, insiste: ”¡Apaga esa música, Alexa!”.

Kimi, Siri o Alexa…, son las voces metálicas de nuestra existencia o de nuestra soledad. La inteligencia virtual intenta apoderarse del territorio que perteneció a los humanos y entra en la intimidad de las casas. Y mientras  comemos en un restaurante,  en la mesa de al lado se le oye decir a uno de los comensales: ꟷ”¡Camarero…! Hay un pixel en la sopa! “.

Estamos en manos del androide, en la era de los asistentes virtuales, los algoritmos, que todo lo ven, la vigilancia invasiva y los magnates escurridizos. De eso va la película Kimi, dirigida por Steven Soderbergh, ese mundo escalofriante y contemporáneo que ofrece una tecnología engañosa. Asistentes virtuales que necesitan la inteligencia humana para que su trabajo sea eficaz. De nuevo, la historia que se repite: detrás de cada fechoría está la mano del hombre, la perversidad del ser humano por ejercer  el control sobre la faz de la tierra y hacerse con el mundo.



Kimi filme de Steven Soderbergh

Al lado de cada uno de los nombres más conocidos de esta realidad virtual, está la empresa que los inventó o a la que pertenecen, asistentes que poco a poco han ido conquistando nuestros hogares gracias a su conexión con otros dispositivos: lavadoras, bombillas, hornos, aire acondicionado… Alexa(Amazon), Siri (Apple), Google Assistant (Google), Bixby (Samsung)… Voces de mujer, casas robóticas… Unas voces, más agradables; otras, más naturales... Nombres para nuestros negocios que en seguida pasarán a ser nuestra mano derecha, el mayordomo “sabelotodo” como cualquier eunuco de la Ciudad Prohibida en tiempos de los emperadores chinos. Influyentes, fríos… Con nombres cortos, fáciles de pronunciar y recordar. Por ejemplo, el nombre del asistente de Amazon, Alexa, tiene su origen en la Biblioteca de Alejandría, una de las joyas del antiguo Egipto, y una forma de equiparar la cantidad de información que es capaz de ofrecer con la del mítico recinto. Su origen griego significa “la que es protectora”. La idea, a la hora de crear Alexa, fue la de imitar el ordenador que aparece en la saga de Star Trek. Pero quizás el más famoso del mundo sea Siri, de Appel, que en los países nórdicos significa “mujer hermosa que nos lleva a la victoria”.


Biocultura

“Alexa, hazme la compra; Siri, quiero cenar sushi; Aura, ponme el fútbol; Cortana, envía un email; Irene, quiero cambiar mi billete…”. Mientras la tecnología avanza, los asistentes virtuales siguen teniendo la mayoría nombre de mujer, la misma que es imaginada por ese mundo como sexy y servicial, dócil, la chacha, la "maruja", la esclava..., pero con un cuerpo espectacular, como Ava,  el robot de Ex Machina, linda y complaciente, las “fembots”, o sea, un paso atrás, sobre todo cuando la sociedad camina en el sentido contrario. Sin embargo, estos asistentes artificiales tuvieron durante más de una década la oportunidad de hacerse imprescindibles y no la aprovecharon por lo que fueron blanco de múltiples bromas y perdieron la batalla ante los chatbots, que vienen a ser unos programas informáticos que procesan conversaciones humanas que permiten interactuar  con dispositivos digitales como si te estuvieras comunicando con una persona real.

Esto es lo que hay y lo que se cuece, en el intento de liberar a los seres humanos de quehaceres rutinarios y que sean más creativos e innovadores, de tal modo que así puedan pasar más tiempo dedicados a las actividades estratégicas  que  a las actividades tácticas. Con el tiempo, cada uno de nosotros podrá tener asistente personal  en su bolsillo. Ese día, dejaremos de vivir y sólo sabremos trabajar, producir para que el sistema nos siga manipulando.  La aventura de la inteligencia se mueve entre someter y dominar, dos verbos que determinan las acciones. Fuimos las criaturas del fuego. Ahora somos los prisioneros de la energía. Imaginemos que hemos regresado a la infancia y estamos en el patio del colegio jugando. La pregunta para explicar los tiempos que corren, sale de ese momento: ¿quiénes de nosotros se harán con los juguetes para dominar el patio en la media hora del recreo? Esa es la batalla final.

 

 



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1 Comentarios

  1. Buenísimo el artículo y muy buena frase: “Fuimos las criaturas del fuego. Ahora somos los prisioneros de la energía”
    ¡Me encanta!

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