NADAL, INIESTA Y DERSÚ UZALÁ


 


La borrasca Berenice 

La borrasca  se ha marchado dejando un rastro de modernidad, lluvia y algunas nieves en los Picos de Europa.  Y tal y como se anunciaba,  está viniendo otra para el fin de semana (Berenice), que trae una labor muy meritoria: regar el Sur de la península. No sé cual de las dos, al final, será la más dialogante, pero lo que es innegable es su efecto, tan fructífero, ya que, nosotros, mojados, chorreantes,  somos más entrañables, y mucho más invisibles, dejando al gallo que cante, que medien las palabras, que nos caiga una lágrima de lucidez y, de regreso a casa, nos dé por atravesar la vida en verso que es por donde sale la libertad.

Hoy es viernes de teatro antiguo, Calderón y esos entreactos donde se enrosca la vida social, tan llena de espejos, o de Conspiranoia, en el Alcázar, en la calle Alcalá, 20, una obra que, nada más salir, haga que nos preguntemos qué pasaría si la Tierra fuera plana. A lo que seguramte que contestaríamos eso de que los pájaros no duermen ya en sus nidos, sino en la estación de Príncipe Pío (tirando de la pura analogía). Pero mejor no detenernos ahí, puesto que lo nuevo siempre tarda en llegar. Llegan más rápido la corriente y las influencias, a las que vemos como una tendencia natural, tan acostumbrados al nepotismo, barato y lujoso, por donde se pasean personajes, personajillos con limitaciones culturales, porque el molde y el betún que nos impregna también hace, y  da resplandor y elegancia a nuestras hazañas, que no siempre son bienvenidas o celebradas por quienes prefieren que sigamos en el anonimato. Y esto no lo recogen las noticias. La noticia es que, tras 22 años en las pistas, se retira Nadal, ese deportista que tiene la filosofía del samurai, y que ha sido, hasta el momento, el número uno en tierra batida. Y también Iniesta, el “ranero”, que es como les llamamos nosotros, los de La Manchuela, a los vecinos de Fuentealbilla, un pueblo que tiene un ojo de mar y unas salinas, además de un campeón del mundo de fútbol (! Iniesta de mi vida!, gritó Camacho), que, cuando jugaba, parecía ir andando, como con quien  no iba la cosa,  hasta que le  daba por meter la directa, cambiaba de pierna  y metía un gol sin despeinarse. Como lo oyen: se retiran los dos, figuras en peligro de extinción y  todo un ejemplo para las nuevas generaciones, dos caballeros del deporte, que empezaron de poetas adolescentes e irrepetibles, capaces de escribir   sobre el terreno de juego una metáfora y, con ella, conseguir la gloria. Se van dos mundos y dos ejemplos a seguir, que le han dado sentido al deporte. De ellos quedará  un recuerdo imborrable y esas míticas fotografías que sólo tienen los héroes, los maestros, aquellos que saben apresar alguna vivencia impaciente del alma y la graban en la memoria colectiva de millones de seguidores, con esa pasión desordenada de la vida. Echaremos de menos la genialidad de ambos.



Akira Kurosawa


Me gusta esa frase que se dice de Nadal: “tiene la filosofía del samurai”. En esto se parece al director de cine japonés Akira Kurosawa, descendiente  de samurais y al que le gustaba el mundo militar, de guerreros y batallas, y conocido como el “emperador del cine”, y que la mañana del 22 de diciembre del 1971 intentó suicidarse cortándose la garganta seis veces y ocho las muñecas. Por suerte la asistenta oyó un ruido y… Los servicios médicos llegaron a tiempo, alertados por su sobrino, al que le dijo: ”Un hombre que se suicida siempre tiene una razón que llevarse a la tumba, así que no trates de descubrirla”. Estaba rodando ¡Tora, Tora…!, tenía dificultades para hacer cine en Hollywood…, muchos lo consideraban anticuado…, y después fue relevado por Richard Fleischer y despedido por la 20th Century Fox a la que había ayudado a enriquecerse.




Dersú Uzalá y el capitan Vladimir Arséniev

Kurosawa vino al mundo en una configuración astral que explica su carácter melancólico y depresivo. Tomó clases de kendo-lucha con cañas de bambú y esgrima. Su hermano se suicidó con 27 años. Era meticuloso y sus películas conllevan toda la belleza  y delicadeza de sus coetáneos, además de laboriosidad y disciplina. Tiene ese tinte sagrado y emblemático que distingue y enaltece  su trabajo, convirtiéndose en un ejemplo a seguir por reconocer y respetar las verdades más esenciales de la existencia, esas que pertenecen a la humanidad entera. Hipersensible, inhábil físicamente, torpe, y muy alto para ser japonés, tanto que en el colegio se mofaban de él como si fuera un simio. Sólo veía bien con un ojo, pero…, ¡qué ojo! Era uno de esos hombres  muy curiosos, con pinta de anormales, que sobresalen sobre el resto y se erigen en uno de los cineastas más grandes y perdurables a nivel artístico y ético , con una mirada indiscutible, que nos regaló imágenes que son puro oro y que están muy por encima de la materialidad, siempre tan fugaz, que pervivirán por siempre en el libro de la historia universal.

Sobrevivió, se instaló en su vida familiar, hasta que allá por 1974, la Mosfilm, un estudio de cine soviético, le propuso hacer una película en Rusia. El resultado final fue la épica  Dersú Uzalá, un canto al respeto y a la amistad. El guion está basado en las memorias publicadas en 1923 por el explorador Vladimir Arséniev sobre un hombre de etnia herhen (Maxim Munzuk), que pasó gran parte de su vida en la región del río Ussuri, en la taiga siberiana y que acompañó a Yuriy Solomin,  en su papel de capitán Arséniev, y a sus soldados en cada una de las expediciones topográficas que realizaron por Sijoté-Alin, sobre todo en el área de Shkótovo, entonces parte del Krai de Usuri. Al principio de la película los hombres del capitán ven a Derzú como un hombre ermitaño, maleducado y excéntrico, hasta que poco a poco acaban ganándose su confianza  y el respeto del grupo gracias a su inteligencia, sabiduría, instinto de observación y compasión hacia los demás. Inolvidable.

 

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