UN DOMINGO CON EL CIELO ENCAPOTADO

 


Paraje de La Manchuela

 Durante estos meses, algunas mañanas el cielo suele amanecer encapotado, al cerrar su eterna cúpula de vidrio a ese sol que, pasado el verano, tanto se le parece a un huevo frito,  mientras unos vecinos van untando el pan de cada día, dánosle hoy, con aceite de Jaén y sus aceituneros altivos, o con tomate rallado, y otros van  mojando los picatostes en el chocolate a la taza,  la taza legendaria de porcelana de La Cartuja. 

Cae la hoja, esa pureza que tienen las cosas caídas, y emergen los hongos entre las hierbas  del sotobosque y la pinocha, esa hojarasca que cubre el suelo de los pinares como una alfombra real por donde, bien temprano,  se pasean los animales más atrevidos. Cae la hoja del árbol  y la del calendario, colgado en la pared  durante un año entero, que representa el mal de la quietud, de la inacción, volviendo a la caverna, en unas paredes en las que no hay nada que leer. Paredes de blanco satén, como la canción. Canciones para el recuerdo, cuando la edad ya va haciendo de las suyas.



Casa de piedra en Braojos


La mañana convierte al  campo en un lienzo bellísimo, cargado de historia, de reyes y reinas, donde la tierra forma  un mar de barbechos. Más allá, la sierra, imponente, por donde el águila sobrevuela algunas aldeas del medioevo y el silencio planea sobre la historia. De regreso, callejuelas, construcciones de gruesos muros, tras los que se oye conversar y el chirriar de la bota de vino, al yantar. Dentro, las paredes blancas, como esculturas planas, donde se vive, o se está: ser, estar…, o tener. Tener teniendo, que viene a ser un estado moral, esa moralidad que es como un despacho en el que  nunca se encuentra el papel que se está buscando y la secretaria se encoge de hombros, dedicada a buscar sin encontrar, buscar sin estar buscando, por pura curiosidad, porque nada puede cambiar lo establecido.

La vida tras las cuatro paredes, donde el alma deja de pesar 21 gramos al tener que soportar el volumen del cuerpo…, de los cuerpos, de  la carne, tan exigente, mendigando el sexo en la soledad de la noche. Maridos y esposas…  Gente.  La cárcel dorada donde se encarece el sexo,   a veces violento, a veces sin deseo. El cuerpo escurridizo de la sirena que huye de Ulises, vestida con la camisa a rayas de él, pero sin ropa interior, enroscada a la medianoche, huyendo, en espera de la oferta del héroe, porque el sexo en la siesta es más barato que el de la noche. ¡Ay!, las noches… ¡Cuántas noches en vela...!



Cielos en tierras de Castilla


El cielo vuelve a estar encapotado. El tiempo se desliza por el tobogán de la vida. Yo anoto algunas cosillas. Me gusta buscar entre los afectos. Me entretiene bastante. Luego, todo se queda en cuatro palabras, o en cuatro hojas..., en un trazo,  una frase, una sola llama, en un sonido entre cuatro piedras o en un río yendo hacia el mar. Pero  siempre, de la búsqueda, queda algo. Así,  llegada la noche,  puedo dormir sin cerrar los ojos del todo, desnudo para esconderme del mundo. No llego a poeta, pero lo intento. Palabras para ponerlas en orden, o en desorden. Vete tú a saber…  



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3 Comentarios

  1. Qué frase más bonita : “el tiempo se desliza por el tobogán de la vida”..
    Disfrutando como siempre de tus relatos … ¡Eres un genio!
    Por cierto, las fotos me encantan

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  2. Especial " el tiempo se desliza por el tobogán de la vida".
    Frases preciosas pero complejas y cargadas de significado.

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