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Anouk Aimée joven. |
El incónico rostro había nacido en 1932 como Nicole Françoise Dreyfus y en 1946, con 14 años, hizo su primer
papel. Sus padres eran actores: él judío y su madre católica. A partir de ahí,
mantuvo el nombre del personaje, Anouk,
de la película La casa bajo el
mar.
En los
años cincuenta asumió una serie de papeles con destacados directores europeos,
como en Los
amantes de Montparnasse, una
película de Max Ophuls, que hubo de terminar su amigo Jacques Becker, cuando el
realizador falleció mientras localizaba interiores. Es la historia del último
año de vida de Amadeo Modigliani y su absoluta pobreza, ante la imposibilidad
de vender ni una sola de sus obras. Anouk da vida a la musa, y también pintora,
Jean Hebuterne. Pero no saltó al estrellato hasta 1960 con La
Dolce Vita, interpretando a
Maddalena, la rica que lleva al periodista Marcello Mastroianni a un club
nocturno. Aimée parecía encarnar la
sexualidad bohemia de la época. Fue la elegancia del cine francés. Llegó a
decir: “ꟷSoy
femenina y ser mujer es una fuerza increíble. Pero no sé venderme. Soy
alguien que espera. Por eso necesito que
me empujen”.
Después
hizo la inolvidable Lola para
Jacques Demy y, más tarde, se unió de nuevo a Fellini y Mastroianni para rodar 8
½ en 1963, obra colosal del maestro de Rímini con todas sus obsesiones y
ese fondo que nos conduce al vacío
creativo. Una obra de culto, una joya, y un ejercicio de ingenio e
inspiración más allá del dinero. Hasta que llega Claude Lelouch y,
por recomendación de Jean Louis Trintignant, la elige para interpretar Un
hombre y una mujer. Algo que
fue todo un descubrimiento.
La película contiene una de
las historias de amor más bellas entre
dos padres que vienen de mundos muy diferentes con sendos hijos en un internado
de la costera Deauville, en Normandía. Ella pierde el tren y la directora del
centro le pide a él que le lleve a París. Y ahí nos van contando en imágenes su
historia. Un homenaje al cine descriptivo, mientras ambos se van enamorando,
pero la mochila del pasado pesaba demasiado y… Es lo que tienen las cosas… Por citar, entre toda su filmografía,
citaremos también La historia de un hombre ridículo, o la forma en la que Bertolucci conduce al ser humano del último tercio del
siglo XX ante el espejo para que se mire
y se vea, con dos monstruos como protagonistas, como Ugo Tognazzi y Anouk Aimée.
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Marcelo Mastroianni y Anouk Aimée en "La dolce vita "(1960) |
Trabajó
con gran parte de la élite de realizadores internacionales: George Cukor,
Sidney Lumet, Bernardo Bertolucci,
Robert Altman… Y estuvo casada
cuatro veces. La última vez, desde 1970-78 con el actor Albert Finney. Tuvo una
hija con Nico Papatakis, Manuela y murió el 18 de junio del 2024 en su casa de Montmartre,
París, rodeada de cintas de películas, plantas, gatos y perros. Amaba la naturaleza.
Fue
una de las actrices que llenaban las pantallas de los años sesenta-setenta de
talento, belleza, sensualidad, encanto, además de una mirada inolvidable. La
propia vida de esta actriz francesa ha estado marcada por el personaje de Anne
en la película Un hombre y una mujer,
con aquellas palabras que le dice a Trintignant refiriéndose al camarero: “ꟷMe
parece que no está contento porque no hemos pedido muchas cosas”. Recuerdo
ahora mismo la cara de Anouk y el beso
que le da al vidrio, que algunos vieron como algo cursi en la película, con ese
rouge tan francés, porque ella era
elegante, muy francesa, pero, sin embargo, años después, no dudó en instalarse en
Londres y hacer un parón en su carrera para ser ama de casa, porque siempre
vivió la fama con naturalidad, de ahí que presumiera de haber tenido suerte,
incluso cuando los productores no la querían para el papel de Lola porque no era lo suficientemente
sexy, y allí te encontrabas a Jacques Demy luchando porque le dieran ese papel.
Siempre decía: ꟷ”Me protejo mucho. Antes las cosas venían
solas hacia mí. Ahora vienen menos, pero lucho y dejo que fluyan”.
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Anouk Aimée y Gerard Philipe |
Se
cuenta que en Los Ángeles conoció a
Groucho Marx y que se atrevió a hacerle un
desplante a John Wayne por sus opiniones políticas. También que el ex
presidente de los Estados Unidos intentó concertar una cita con ella, pero lo
rechazó. El relato es como sigue: durante algunos años, Fernande Grudet,
apodada “Madame Claude”, fue la dueña de un conocido burdel francés desde el
que ofrecía un universo secreto y prohibido de placer a los políticos de alto
rango entre los que se encontraban John Kennedy, Muammar Gadaffi…, entre otros.
Durante el viaje que hace Kennedy a París en 1961, éste quiso conocer a Anouk
Aimée, una de las protagonistas de La
Dolce Vita. En ocasiones había sido comparada con Jackie, la primera dama
norteamericana. Pero la francesa le
parecía más seductora. Era alta, misteriosa y con mayor atractivo sexual. El
encuentro, finalmente no se produjo. A cambio Madame Claude le proporcionó a
Kennedy una chica de 23 años graduada en
la Sorbona y con un vestido blanco de Givenchy.
Pero
si la elegancia tuvo alguna vez un nombre ése fue el de Anouk Aimée, que
siempre supo mantenerse al margen de las definiciones, ya que enfrente tenía
las exuberancias de Brigitte Bardot, la mirada transparente de Anna Karina o la
presencia de Jane Birkin. La actriz incluso jugaba a esconderse detrás de un
nombre, haciéndose pasar por Judith Dreyfus o Nicole Dreyfus, aunque cuando era
niña todo el mundo le llamaba Fanchon. Después de participar con 14 años en la
película que hemos citado y que se cambiase el nombre por el de Amouk/Anouk,
sólo faltaba conseguir un apellido. Fue un año después, en el rodaje de La Fleur de l´âge de Marce Carné, cuando
el poeta Jacques Prévert, le añadió la palabra “Amada”, es decir, Aimée. O sea
que podríamos decir que fue bautizada por un poeta. También quiso ser bailarina
de ópera, pero al final no pudo ser.
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Anouk Aimée musa de la Nouvelle Vague |
En
realidad ella se consagró como la actriz francesa que mejor entendió el ruido
de los rodajes en italiano, cosa nada fácil,
si tenemos en cuenta que Fellini era un bomba, además de tener delante en
cada rodaje a Marcelo Mastronianni…, a lo que sumar la presencia o la desmesura
en todos los sentidos (como lo queramos entender) de Anita Ekberg. Y mientras
bailaba y cantaba, su mito fue creciendo en la sombra a pasos agigantados. Era perfecta. Y elegante.
Fue
una actriz que siempre estaba cerca del silencio. Por eso en una de sus últimas
entrevistas llegó a decir: ꟷ”Me gustaría ser un fantasma. Un bonito fantasma”. Pero lo
que fue, lo que impresionaba realmente de ella era su belleza, que nunca perdía
ni un ápice de su encanto ni de su elegancia. Cuando el director Claude Lelouch
la elige para interpretar UN HOMBRE Y UNA MUJER junto a Jean Louis Trintignant,
no buscaba a una actriz, sino a una mujer. Y en el caso del actor, lo mismo, ya
que el director lo que ansiaba encontrar eran emociones, momentos que
pareciesen robados de la realidad. Y lo logró. La recompensa no fue otra que un
Oscar a la mejor película extranjera y mejor guion original, y la Palma de Oro
del Festival de Cannes, con una banda sonora compuesta por Francis Lei que
quedó inmortalizada para siempre en el imaginario colectivo. Pero si pensamos
en esa película… Cuando Claude Lelouch piensa hacer esa película, sólo tenía
una treintena de páginas escritas. No tenía un guion acabado… En fin… Tuvieron que pasar muchas cosas para que al
final esta historia viese la luz. El realizador tenía 26 años. Nadie quería
hacerla, así que tuvo que autofinanciarla él mismo. Había poco dinero, por lo
tanto, los mismos actores ayudaban a
transportar el equipo, Anouk se maquillaba ella misma, la peluquera se ocupaba
del vestuario.. El presupuesto era tan ajustado… Pero Claude era único. Todos venían
a ser una familia para los que rodar era una manera de vivir. Las cosas eran inesperadas,
espontáneas… De ahí que la película se convirtiese en una especie de manual de
usuario para algo tan maravillosamente difícil como el amor. Hollywood se
rindió ante esta obra otorgándole una ovación atronadora.
En
algún sitio, Anouk Aimée afirmó: ꟷ”Una película es como una gran historia de
amor. Siempre es difícil explicar por
qué amamos a alguien. El cine articula maravillosamente la experiencia humana y
es una emboscada emocional que me transporta constantemente sin dejar de
sorprenderme”.
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Un hombre y una mujer (Claude Lelouch, 1966) |
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