CAMINAR LA VIDA

 

Personas limpiando los estragos de la DANA

La actualidad escribe la tragedia, siempre tan incomprensible. El tiempo trae incertidumbres que desafían la existencia y la rabia explota sobre los rostros en una exhibición inevitable de sinceridad. El corazón palpita en silencio. La vida ya no se vive, sino que ahora se camina.

En plena calle, la voz se quiebra ante el micrófono;  también la prosa, que, al llenarse de barro, enmudece  y queda paralizada frente a los barrancos. A unos metros, se escucha un grito de dolor propiciado por la herida, que sangra, y que se ha  convertido en un romancero repleto de injurias contra los cielos y la tierra, las cuales caen sobre ese suelo embarrado para ser pisoteadas por las prisas  de la gente  y por la dureza de lo cotidiano, de la realidad inesperada,  donde van a parar todas las miradas en busca de la vida, de cualquier indicio que les haga sospechar de que ahí hay alguien que todavía palpita, aunque sea un simple suspiro, un halo de esperanza, algo que les asegure que siguen atados  a la existencia,  mientras la luz de la linterna ilumina la tristeza,  ese mapa de caras asustadas que se forma cuando están todos juntos, agrupados…,  tiritando de frío, vestidos con cuatro  trapos,  y desolados por la tragedia y la decepción.

Imágenes salvajes de una actualidad rotunda, que desdibuja a la multitud, presa del desconcierto, formada por seres erráticos que van y vienen por las calles sin saber cuál es su destino.

Pasan las horas. El ánimo que baja y el agua que sube hasta donde ya no llega el aliento. El aguacero zarandea la vida  calle abajo, cuando no la estrella contra las casas como si fuera una muñeca de trapo. Lo único que va quedando es barro y soledad.  Pero al poco, se escucha una voz inesperada de un chico  que mira por la ventana y le da un consejo de ánimo a una señora. Y al rato aparece  María por el hueco donde antes estaba la puerta, que ya no está,  con unas botellas de agua…Y también Juan, que por fin ha conseguido que le dé unas cuantas medicinas la vecina de enfrente, que vive en el  2º B. Quizás se trate de  pequeñas cosas, pero son detalles, gestos  que traen algo de claridad y que hacen que se vaya recuperando la ilusión. Es una manera como otra  de agarrarse  a la realidad como se agarraron horas antes, cuando comenzó todo,  a una ventana o  a un árbol.  Ahora, pase lo que pase,  están totalmente convencidos de que pueden salir del trance y regresar  a los días de siempre como si no hubiera pasado nada.

Una nube que pasa sin mirar y otra que se detiene enfadada. Entre ambas, surge el relámpago. Tras él,  los truenos, los tambores de guerra que oscurecen el horizonte. Bajo el aguacero y la tormenta, la superación, el poema que les ayuda a recorrer el camino, que, en pocas horas, se ha convertido en una metáfora, en un tránsito emocional y en un símbolo de superación.

 La vida se desploma como una sombra dando la sensación de que ya no queda nada: ni horas, ni fuerzas, ni temple…  Van con las botas puestas, la mochila en la espalda, las manos para ayudar... Sin nada para beber,  sin comer y sin saber  qué será de ellos…, pero,  aun así, tienen la fortaleza de seguir adelante, seguros de que no quieren quedarse en mitad de la historia.  Y hoy, muy temprano,  mirándose a los ojos, han vuelto a unirse en un pulso  para compartir las ideas y las ganas de caminar, y, por qué no decirlo, de vivir, lo que  ha provocado que se genere entre ellos un  sentimiento admirable que se ha propagado por la calles como un perfume  irresistible o un mensaje evocador, a pesar de las tinieblas.

Vuelve a llover; vuelve el frío, el miedo…,  y también el deseo de caminar juntos para asimilar  la dura experiencia que han vivido estos días, sabiendo que ha sido todo un reto de superación personal y una muestra innegable de fortaleza, de amor, y de gratitud.

 Con el tiempo, cuando estén a solas y recuerden estos momentos, no podrán evitar que una lágrima resbale por la mejilla, presos de la emoción. Cada cual contará la crónica de lo sucedido a su manera y la repetirá infinidad de veces a lo largo de su vida. Otros la plasmarán con su pluma en las hojas del otoño,  porque lo que se escribe le otorga solemnidad a lo sucedido. Y así, la historia irá de boca en boca, de unos a otros…, y la volverán a escuchar cuando la cuenten sus nietos, momentos en los que será inevitable que aparezcan  por enésima vez los recuerdos, y los ecos de las voces, las fotografías de entonces…, los nombres de esos héroes anónimos, el anhelo… Indudablemente, esos días se grabarán para siempre en la memoria colectiva.  Es lo que tienen las historias poderosas,  infinitas… Nunca se borran de la memoria porque son demasiado humanas.

 

 

                                                                                   

 

 

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2 Comentarios

  1. ¡Qué belleza!
    se me ponen los pelos de punta al leer lo que dices.
    “Las historias poderosas nunca se borrarán de la memoria porque son demasiado humanas”
    Gracias por tanto

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