ASALTAR LOS CIELOS

 

 

¿Qué es el sexo kink?


 La vida es esa moneda lanzada al aire que siempre nos la están robando. Vivimos tiempos en los que la moralidad se mide con esos relojes que tienen una maquinaria divina, evitando subjuntivos o una aplicación del móvil no vaya a ser que nos digan la  verdad.  

Se impone el sexo “kink” y la doma, cuerpos que se fustigan entre ellos a la hora del placer: - "Yo hago de víctima y tú de verdugo, mi amor".  Criaturas indefensas y feroces, como decía Gramsci, la sexualidad como sometimiento, cuando las luces se encienden en la ciudad y los ojos en la noche. Pura estética  a la que se le añade algo de  violencia para que vaya acorde con los tiempos, porque se busca la herida, la cicatriz como símbolo del encuentro. A toda generación le gusta asomarse al vacío. La estirpe de hoy en día, tras tirarse en paracaídas, ha convertido la vida en una de aquellas monedas isabelinas de un real que lanzábamos al aire en nuestra infancia. Se imponen las alturas, ya que las decisiones importantes se toman en pleno vuelo.  De ahí que, tanto las  monedas, como la avaricia, estén siempre  danzando un vals en las alturas haciéndole compañía a aquel hueso de antílope que bailaba al son de Así habló Zaratustra en la película “2001: Una odisea en el espacio”. Maravilloso. Lo que se pretende no es hacerse con la calle,  sino asaltar los cielos.  ¿Les suena?


2001: Una odisea en el espacio


 La vida es la carta que nos faltaba para echar a caminar por un dulce susurro y ver el mundo que dejamos atrás, ese universo que siempre tiene  las puertas abiertas de par en par, donde igual entra volando un avión de papel que sale una golondrina con un trocito de pan en su pico… Así lo veía yo de niño cuando leía historias al borde de la cama. En una de ellas,  cuyo título he olvidado, Adam, que era el nombre del niño, jugaba con su madre a hacer una flor con las semillas del trigo, recolectadas aquel verano. En ese juego, ambos, la madre y el hijo, apretaban  las semillas contra la piel, una y otra vez, hasta conseguir que, la silueta de cada grano, esa huella, se quedase grabada en el cuerpo y, entre todas,  conformasen una  flor. Era una manera de dejar inscrita la estima, el amor…, pero sobre todo de plasmar la lealtad, convencidos de que quienes lo practicaban,  se irían encontrando a lo largo de  la vida, como si ésta fuera un juego. Y todo esto también lo hemos despreciado.

Marzo rejuvenece. Las calles se van llenando de un encanto peligroso, entre la monarquía y el consumo, con esas noches de oro y relumbrón, en las que todos, llegado un momento, se tutean y terminan en camas desconocidas, con la voz ronca por el frío y el alcohol, desnudos, embriagados de lascivia y cabalgando por sábanas manchadas de sexo y de mentiras.


Plantar árboles


Suena la música, que viene a suavizar un ambiente rancio, confuso, y por los ventanales se ve la ciudad al fondo. Dentro de la suite, la melena rubia y la calva incipiente en una carrera que se lleva a cabo en una cama intentando  apagar el fuego. Una galopada entre una hembra y un percherón, ambos entregados, subidos en el cuadrilátero como  dos púgiles, rodeados de sombras  y  de espejos en los que se refleja la sospecha.  El marido de viaje de negocios y el amigo íntimo como invitado por aquello de la vieja amistad…,  la amistad para hacerla trizas, y el tic tac del reloj de la pared marcando el ritmo del sexo… El jadeo incesante… Y la dama, en pleno entusiasmo, lanzando fogonazos como un dragón, apoderándose del momento, tirando el pudor al suelo, entre gritos y susurros, transmutándose en la doña, en esa mujer soberbia, insoportable, grande, gorda, infinita…, escandalosa… y a la que aún le quedan agallas para decirle a su amante: ”Querido, has tenido suerte. ¿No querías tenerme…? Mi marido está de viaje de negocios y no quiero que te manches más de la cuenta o que mañana me eches en falta. Ha sido maravilloso…Nos vemos…”.  

Cama. Sábanas. Sexualidad

Y el jardinero entierra el bulbo en su jardín  y el débil duerme en la alfombra del salón, y otro en el sofá con el gato mirando una foto de un desnudo femenino que hay en el calendario, mientras fuera llueve y los árboles se alinean en las aceras  como si fueran a desfilar ante el dinero, al que tanto le cuesta ponerse a plantar árboles, sin caer en la cuenta que es ahí donde está la armonía.

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