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Lugares increíbles. Finlandia |
Éste es el título de un poema de Bernardo Atxaga, recogido en “Poemas&Híbridos”, en el que reconoce que necesita un día finlandés de cuarenta días corrientes ”para seguir hablando contigo”. Y se pregunta: “¿Es posible cambiar de vida?; ¿cuántas veces hay que empezar de cero?”. Y prosigue: “Tus palabras me calman mucho. Te comenté algo sobre el paraíso y tú me dijiste, ten cuidado con el paraíso”. Y en la parte final, escribe: “ El cielo de Finlandia siempre es azul y en verano el sol parece una naranja, y la luna lo mismo, otra naranja. Quiero un largo día finlandés con dos naranjas en el cielo, quiero seguir hablando contigo”.
Estamos
ante una postal enviada desde Finlandia, tal vez escrita sobre la melancolía, que nos
habla de un paraíso que quizás no esté en la tierra y donde los días son muy largos o…, tal vez deba decir que “se hacen muy largos”. Y, en ese tiempo de espera, da
para hablar de la amistad, y hacerlo con sutileza y una
sencillez exquisita, puesto que el autor le imprime cierta ingenuidad.
Y yo, al encontrarme de bruces con el
poema, porque así ha sido como he dado con él, he decidido quedarme quieto y esperar
a ver qué sucedía. Y entonces, en ese ínterin, sin venir a cuento, me he puesto
a fantasear, que es una manera de
darle un poco de sentido a la vida, ya que,
cualquier ilusión, cualquier sueño, por pequeños que sean, nos ayudan a seguir, y reconozco que, si tengo entre mis manos cualquier fábula, acepto mucho
mejor mis contradicciones, que son muchas, y a menudo no sé qué hacer con ellas ni dónde meterlas.
Otra opción, en vez de andar fantaseando con mil cosas todo el día, es poner la mente en blanco y dedicar ese “día finlandés” a nosotros mismos. Por ejemplo, podemos pasar la mañana disfrutando de una vaguería total; dedicar la tarde a no hacer nada y tirarnos toda la santa noche observando la lámpara del techo, entretenidos con las musarañas. Veinticuatro horas de “dolce far niente” para ver si, de una vez por todas, fluye esa humanidad subterránea que tenemos todos y de la que tanto presumimos, y al final lleguemos a saber algo del tronco, que es ese substantivo con el que nos referimos a nosotros mismos. Y así, cuando nos dé por hablar, o por gritar, que todo puede ser, hagamos una cura de humildad y, también y al mismo tiempo, un ejercicio de autoestima, aceptando sin reservas a ese otro hombre que va con nosotros, al que de vez en cuando se le va la pinza y de él sale una bestia parda: ꟷ”Mira perdona, yo no soy así, pero cuando me da la vena..., sale lo peor”, decimos con sonrojo. ¿Cuántas veces no nos hemos avergonzado de esa criatura y hemos dicho “tierra trágame…” .
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Los amantes del círculo polar (1998) |
Y
todo esto y otras vainas es lo que está dando de sí mi
mente en
el día de hoy, después de leerme dos o tres veces el
dichoso poema “Un día finlandés”, además de preguntarme insistentemente
si sé lo que voy a hacer con mi vida, para dónde voy a tirar…, o cómo voy a salir de ésta… Ese es el jueguecito al que
le ha dado por jugar esta mañana a la dichosa mente. Y
cuando no
han pasado ni cinco minutos, ya la tienes ahí de nuevo, erre que erre , de nuevo con sus quejas, con sus exigencias y sus reproches... Y entonces va y me dice que me deje de “finlandeses”, y que
piense
más en el futuro, que soy un puto desastre y…,
para terminar, me ha
soltado una larga frase, que resumo: "que si
sé… o he pensado en cómo voy a ordenar
este desorden en el que he convertido mi vida". Ha
sido escuchar esto y, la verdad, me ha
entrado la risa tonta, qué quieren que les diga, porque a estas alturas a mí me
la refanfinfla casi todo, y no tengo por qué estar aguantando preguntitas de un cocotero
que está más rallado que una corteza de
limón. En fin… No le voy a hacer ni
caso, así de claro, pero reconozco, entonando el mea
culpa, que un día de estos tengo que buscar como sea un hueco en mi agenda y tener un “día
finlandés”, y
dedicarlo a pensar en mí. Incluso creo que me vendría muy bien un
“día
finlandés” consagrado por entero a sincerarme conmigo mismo, y declarar…. (no,
declarar no es la
palabra correcta…;
mejor aceptar), y aceptar por una vez cuáles han sido mis errores, y hacer una lista, y después abrir la caja de pandora
y decir a corazón abierto quién ha sido realmente mi amor
verdadero, ese amor apasionado que ocultamos cuando ya tenemos hijos, o
nietos, y cuñaos…, además de coche e hipoteca. Y esto último me lleva a pensar directamente
en Los amantes del círculo polar, la película dirigida por Julio Medem en el
año 1998, ese un vigoroso poema convertido en un largo instante y en
un bello relato de amor, además de ser una película elegante y extraña.
Y
es que hay días en los que necesito dejarme llevar por el color de los locos,
por la luz de los océanos, y andar sin obstáculos y obligaciones, vivir en
un perfecto y glorioso desorden,
sin hacer nada, y caminar sin rumbo con las manos metidas en los bolsillos,
algo que parece tan fácil y que no lo
es, porque no todo el mundo sabe andar con las manos en los bolsillos por este largo otoño sin llegar a pensar en nada y sin tocarse los cataplines o
rascándose el escroto, tan solo dejándose llevar por
esa criatura indecisa que somos todos, o por el mismo azar, que es algo muy
parecido a cuando nos ponemos a ver una película alumbrándonos con un fósforo, que lo mismo se
apaga, que
no se apaga, porque, si se apaga la cerilla, aparece la duda..., la que faltaba "pal duro". Y viene el lío, porque hay tantas supersticiones en nuestro interior, son tantos los dioses,
tantos los
mitos…, son tantas las incognitas, que uno ya no sabe con qué
quedarse,
porque, claro, como sabemos, cada
incógnita es un mundo,
y hay tantos mundos.... La
duda, es un mundo. Y cuando no es la duda, aparece el viento, o el reflejo en un charco…, que es donde se perfila el “otro yo”… O de vez en cuando nos da por zambullimos en el
mundo del amor, otro mundo, o los altavoces de la sociedad nos recuerdan que es el día de
la pobreza (más mundos), o el
de la libertad…, incluso el de la infancia, que es donde están todas las armas con
las que nos defendemos... Por eso quería yo dedicar un
día a no hacer nada. Y sin mundos. O dedicarlo a elegir una incógnita, la más adecuada, y que esa incógnita fuese La Reina de todas las dudas, la que mande, la que me guie, porque cada vez tengo más claro que se trata de acertar, como sucede con las compañías que elegimos en la vida, porque la vida, aparte
de ser un pañuelo, también es un cruce de caminos. Y hay momentos en los que nos
faltan las palabras para dirigirnos a los que caminan a nuestro
lado.
Mapa mundi |
Naranja |
Y
todo esto es
lo que me trae la mente en este día tan “finlandés”, un día que tiene más limones que
naranjas y al que me gustaría decirle que aquel amor secreto me prometió, en un arrebato seguramente, que “no nos separaríamos nunca”, algo que ha incumplido, ya que por aquel entonces
ya mentía muy bien ("Arrebato", 1979, qué película de Iván Zulueta). Menos mal que, con el tiempo, he ido aprendiendo a
escanear los sentimientos. Y ahora sé que no me iría otra vez a Finlandia a pasar la noche con ella porque
nunca sería de noche, ni yo su cómplice, ni su compañía
perfecta. Yo seguiría siendo la maleta que ella llevaba y traía, mientras yo intentaba hacerme poeta entre el frío de sus brazos. Por eso algunos poemas quedaron algo cursis, además de temblorosos. Y decir que aquel
ingenuo latido
se quedó como una naranja solitaria en el frutero que había sobre la mesa de la
cocina de aquella casita de pescadores, construida con maderas sobre las
frías aguas. Y que aquella escultura, fría y flaca, con la que deseaba compartir
mi vida, durante aquel viaje se convirtió en una apariencia, en el sueño de una esfinge faraónica, que al despertar no existía.. Y bueno.., éramos dos
mundos diferentes. Y dos mundos no caben en una sola naranja. Lo mejor es
olvidar. Es
una manera de seguir vivo.
1 Comentarios
Guay
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