EL DÍA DESPUÉS

 

La santa cena de Leonardo da Vinci

 Paz y silencio. El único que habla es el Rey, con esas palabras sacadas del congelador para la ocasión, que siempre se quedan flotando en el aire. Hoy los periódicos, cada uno a su manera, recogen cómo ha sido el vuelo de esas palabras por los cielos de la península, incluso de las islas, tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo. No desean que el asiento de la silla deje de estar caliente. La prensa es la compañera fiel y suele ir de comparsa. Por eso,  el papel huele de manera distinta, a pesar del olor intenso del café, cuando leemos, o mejor dicho, cuando leíamos, porque toda esa tinta huele a rancio. Hay que esperar a que hablen los obispos y…, por supuesto, el dinero, que es el que tiene la oratoria más cínica.

El sol de la mañana se posa sobre el mantel blanco de hilo con bordados que está ya tendido en la terraza. El mantel como campo de batalla, que también guarda silencio, tanto de los preámbulos como del griterío en los postres, momento en el que el alcohol ya iba haciendo de las suyas. Sonaban las voces del pasado, los cláxones de la herencia y el susurro fino del "cuñao", que siempre suele llevarse una gran mujer, que no habla para que la noche discurra en perfecta armonía. El cordero también en silencio y no digamos el marisco, con morriña de su mar Cantábrico, de su “pulpo a feira”, o de esas "filloas" en los finales de la cena, flambeadas con el candil de la noche que era la hora en la que también comenzaban a   flambearse los cuerpos  a  medida que aparecía  el sexo, que es un lenguaje mucho más encendido que el de los discursos escritos por "otros", plumillas de encargo que hacen de negros, como pasa en las homilías, en la religión, que los discursos son fríos y repetitivos, y faltos de poesía, ya que la poesía no es la rima, sino la luz.


Cántico Espiritual

Hace una mañana soleada y tranquila lejos de la confusión y el alboroto y las prisas de ayer. Hemos pasado de la mística a la sauna, a quedarnos un rato pensando tirados en el sofá como morsas mientras se oye la aspiradora del vecino de arriba, que anda desempolvando el siglo que se va por si no hay recambio. El mundo no se recupera en una cena, porque una cena, y más si es santa, como mucho da para un cuadro.

Lo que está claro es que hay “presente” para largo, si no lo derramamos con esta decadencia siglo XXI, que se ha quedado en cuatro colores, algo de nostalgia y poca historia. Suspenso en Historia. El mundo se puso anoche angelical y esta mañana vuelve a ser salvaje. Estamos quedándonos en el estribillo de la canción del futuro y, por mucho que insistimos, no logramos aprendernos la letra. La música se sencilla: un  tres por cuatro, clave de Sol y una sucesión de mañanas. Y, después de hacer gárgaras, a cantar… Pero sólo nos sale el “lo,lo,lo…, lo,lo, lo.lo..”, que no está mal, sobre todo si juega La Roja, pero, hombre, estaría mucho mejor si tuviéramos una letra más acorde con Cántico Espiritual  de San Juan de la Cruz, escrito en octavas, sobre todo porque en esa obra dice que si nos arrojamos al vacío, en vez de caer, subimos…, algo muy surrealista, y, oyes, tal y como está el patio, pues que no viene mal meter en la letra algo de surrealismo o de utopía, que es la que siempre viene a salvar al mundo, porque con ella soñamos  de otro modo, con ese anhelo que palpita  entre el malestar y el presente, que es justamente donde se comienza a vislumbrar una vida más bella, al costado de la naturaleza.

Esta tarde toca planchar el mantel.

 

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