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Bauhau sencillez |
En el norte, con las últimas nieves, la vida se ha puesto blanca y pulcra, sublime, diría yo, mientras que en la otra mitad del país luce un sol espléndido que trae algo de desorden, sobre todo a la hora de comer, que es cuando el astro rey se posa sobre la ropa tendida como una avispa cojonera y también en la gorra de los jornaleros cuando llega la hora del tentempié, que se reduce a un trozo de tortilla española, ahora que tanto se debate si con cebolla o sin ella, acompañado de un cacho de pan que hace las veces de un plato, sin mesa, a pie de obra, en el tajo, porque en estos tiempos tan revueltos igual se construye un edificio que se hunde un puente, o se prepara una guerra, en tanto que los de la galbana vamos quitándole la ropa a la Constitución del 78 para hacernos una foto junto a ella antes de que la conviertan en una lista de promesas incumplidas, algo así como la lista de la compra, cuando no en la vedette de las próximas elecciones que se pasa la campaña bailando el cancán (o can-can para los afrancesados) o una sardana, porque todo dependerá de lo que exijan los nacionalismos o.., el dinero, que suele ser el dueño del music hall..., vamos, del bochornoso espectáculo.
Seguimos en la misa diaria como redención y utilizando el circo sagrado para que el momento del perdón no quede tan vulgar. Del románico al gótico, mientras vamos desfilando por la nave de cruz latina como si desfilásemos en la Pasarela Cibeles, pero, eso sí, en trance, con el gesto serio, rotundo, entre dramático y enverado, teatralizando de nuevo la fascinación por el boato y las formas, aunque, al estar la acción tan lejos de la mística luz de las vidrieras, la cosa queda algo folletinesca, y el argumento chirría por todos sitios, por lo que deja de ser verosímil.
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Ilustraciones, vectores y Clipart |
La cotidianeidad transcurre entre unos colectivos muy calderonianos y aquellos otros que van por libre, sin oficinas que los controlen, que es donde verdaderamente se realiza el individuo. En el día a día vamos comprobando cómo lo eterno es poco frecuentado mientras que en una simple esquina, sin que nos lo esperemos, nos puede aparecer de sopetón un influencers o un prestidigitador, incluso un monologuista, y meternos un rollo de aquí te espero acerca de una batidora o sobre el monopatín...y dejarnos petrificados, quizás porque lo de ir por libre de siempre tuvo muy buena acogida por parte de ese personal al que le gustaba tirarse el moco y también porque, como dicen los jóvenes de hoy, “lo único urgente es vivir”, o sea, disfrutar, señores, ya que lo otro, ya sea Calderón de la Barca o el Anillo de los Nibelungos a la hora de la siesta …, pues como que no…, porque estos folletines son más adecuados para las marquesas del té de media tarde o para cuando las señoras vienen de darle el paseo diario al abrigo de visón, que lo hacen como si sacarán a la perrita, porque, como sabemos, todo tiene sus tiempos...
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Copa árbol Sale de Canopy |
Y es que, en este juego existencial, todavía nos seguimos moviendo entre la fe y el arte, siempre tan invisibles, sin que por el momento hayamos obtenido respuesta alguna
a todas las preguntas que nos hemos ido haciendo. Lo que sí parece quedar claro es que la gran incógnita no es otra que
la creación, la misma que nos tiene tan confundidos que ya no sabemos si fue antes la gallina o el huevo. Pero, cuando cruzamos a la
acera de enfrente y vemos a toda una hilera de árboles elevándose hacia los cielos en busca de la verdad..., sin necesidad de reverencias ni pedirle permiso a nadie..., pues que flipamos un poco... y empezamos a dudar de la doctrina. Y es que los árboles también son del ramo de "los que van por libre"... Es más, si nos detenemos en su dinámica natural, vemos cómo se visten con cuatro hojas (bueno, cuatro o cuatro mil...) y con ellas se hacen un majestuoso vestido verde, que coronan en una copa donde siempre ponen su sabiduría, la misma que está conectada al mismo tiempo con las raíces y con los demás seres vivos. Ver para creer. Por contra, nosotros, nada más pisar tierra, nos llenamos de confusión y de dudas. Y para no caer en la tentación, nos colocamos la pajarita, o la corbata, quizás el sombrero…, y sacamos de la chistera todo un mundo de falsas apariencias, hasta que decidimos ponerle un nombre al supuesto creador…, no porque deseemos
saber quién es, sino porque necesitamos bautizar lo desconocido. Y ya está montado el lío... Con la fácil que sería reconocer que "lo esencial es invisible a los ojos" (Antoine de Saint Exupèry/ "El Principito") y que es en la
sencillez de las formas donde se esconde la belleza.
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