 |
Charlie Chocolate Factory |
Hombres de todas las edades se
atrevieron a lucir el sombrero, sin temor
al ridículo. En cuanto se les había tomado medida, salían a la calle con la prenda
puesta, desafiando miradas. Imágenes
mil veces vistas en el cine, imaginadas
en novelas, y repetidas en documentales
de la época. Partidarios de Unamuno,
que tildaba a la boina de “niveladora, cómoda y barata” (ya fuera crochet o la txapela de lana marca La Favorita), señores con sombrero Gaudí, o aquellos otros que colgaban su sombrero tirolés en el perchero, y el payés que usaba barretina..., o las
chicas que lucían sus gorros con pompones y los niños pasamontañas... El
invierno tocaba a su fin y en cuanto aparecía la primera, se cambiaban unos por
otros: el sombrero estilo Panamá (como
el que llevó Marlon Brando en El Padrino); las mujeres paseaban con pamela,
envidiando a esas inglesas de Ascott
que plantaban nidos entre los pliegues
de organdí de sus sombreros; los campesinos con gorras de béisbol, tan americanas... Hasta Eduardo Úrculo, que no
rehuía los tópicos y que llegó a humanizar cualquier fetiche, quedó poseído por
la fuerza de esta prenda, que nos sirvió en
bandeja uno de los motores más fecundos de su pintura: un simple y bello sombrero.
 |
Sombrero de copa, Marc Sandrich |
Históricamente fue una pieza unisex
usada contra el frío y el calor o como un
adorno, que en algunos casos indicaba
diferencias sociales. Los egipcios llevaban un casquete de cuero o tela; el
faraón cubría su peluca con un amplio
pañuelo listado. En Mesopotamia se
usaban turbantes o birretes de piel.
Durante la época minoica las mujeres de
Creta adornaron sus cabezas con tocados de formas muy variadas. Pero el verdadero sombrero nació en el siglo XIV.
Hoy podríamos hablar de multitud de
ellos. Se puede hacer un sombrero hasta
con un trozo de papel de periódico o un
simple plástico. Y hasta los animales llevan sombrero: la perrita caniche, el gatito... Sin pasar por alto los cucuruchos o
capirotes de los nazarenos, los del Ku
Klux Klan (pensemos en el filme Arde Missisippi de Alan Parker, con un desafiante Gene Hackman),
los del Santo Oficio o aquel otro que llevaba Anthony Quinn cuando se metió en
la piel de un esquimal en Los dientes del
diablo o el de Nanut (el documental de
Flaberthy) o, por último, el de Yuri Solomin, el actor que da vida a Dersu Uzala,
una magnífica historia de amistad contada por Kurosawa entre un trampero de
la taiga y un explorador ruso.
También los directores suelen andar
con la cabeza tocada en los rodajes, tal vez en un
homenaje a los artesanos o buscando
cierta magia: desde los
hermanos Paolo y Vittorio Taviani a Fellini, pasando por Jonh Ford (al que los
navajos llamaban Natani Nez) o Raoul Walsh, Coppola, o Bergman, que
solía llevar una boina ladeada tipo Che
Guevara. Fetiches, manías, un homenaje al
cine dentro del cine...
 |
Charles Chaplin |
Lo cierto es que la
lista es casi interminable: sombrero,
chistera, güito, bombín, jipijapa, salacot
(pensemos en los safaris o en Las minas
del rey Salomón), sombrero cordobés,
gacho, jarano, chambergo, calañés,
gorrilla, caperuza, pamela, boina, candil,
papahígo, jíbaro...
Pero este artículo o estudio
debería de haber empezado por un
plano tan genial y poderoso como la foto
fija del cartel anunciador del filme de los
hermanos Cohen, Muerte entre las flores, en esa secuencia que nos atrapa
desde su inicio, un arranque tan estético como planificado, enigmático, en el que un sombrero en primer
término de un plano general echa a volar
a ras del suelo por el bosque, como una
huida, dentro de una atmósfera casi irreal, con un tono fantástico... Unas imágenes que inmediatamente quedan grabadas en la retina y en la memoria de una
manera imborrable. La amistad, la traición, las corruptelas de una sociedad
enferma como la de esa ciudad indeterminada cuando corría el año 1929 y la
vida que enfrenta a Leo, un gángster, y
Tom, su ayudante. Una sofisticada puesta en escena deudora de Dashiell Hammet, del cine de los años
treinta y el cine negro de los cuarenta.
Inolvidable. Y es que el héroe de ese cine siempre es un hombre
armado y cubierto. Como si en términos
cinematográficos un hombre que dispara es mucho más duro si lo hace sin quitarse el sombrero. Incluso hace el amor sin
descubrirse. Son arquetipos que funcionan.
 |
Indiana Jones |
¿Podríamos imaginar a Buster Keaton (llamado Cara de Palo) sin su sombrero plano? ¿A Charlot sin su bombín?
¿Cualquier historia del Cine Negro? O al
Gordo y el Flaco, a Toro Sentado sin su
plumaje, a John Wayne en El hombre
tranquilo de Ford o a Robert Redford en
La balada de Jesse James de Sydney
Pollack sin esos sombreros que venían a
ser su identidad, el símbolo de su
existencia. Y si me apuran, les diré que
hasta hubo un matador de toros nacido
en Sevilla en 1783 que se llamaba Antonio Ruiz El Sombrerero. Y que un grupo
político le disputó el poder en la Suecia
del siglo XVIII a la “fracción de los
gorros”, que preconizaba una política
más agresiva con Rusia. Tampoco faltan
las películas que incluyen en su título
comercial la palabra sombrero: ¿Qué tienes debajo del sombrero?, de Lola
Barrera e Iñaki Peñafiel, estrenada en el
año 2006; Billy dos sombreros; Mulholland Falls: la brigada del sombrero; El
sombrero de Nueva York de 1912 dirigi
da por D. W. Griffith; El sombrero de hierro; El sombrero de tres picos de 1934
dirigida por M. Camerini y con una jovencísima y espléndida Alida Valli que después daría la talla en su trabajo con Bertolucci en L´strategía di ragno, inspirada en
un cuento de Borges; Sombrero de copa
en 1935 de M. Sanchich, con el bailarín
Fred Asteire; El sombrero en 1953 de N.
Foster; y por último Sombrero de paja de
Italia. Sombreros, sombreros...
 |
Audrey Herpburn Tiffany´s |
Quitarle
el sombrero a un personaje puede suponer dejarle desnudo en la pantalla e
incluso hacer que ese personaje sea fallido y quede sin explicar. Por ejemplo:
subirle tres centímetros al dobladillo de
una falda bien pudiera cambiar a ese
personaje. (Visconti era muy dado a llevar siempre una almohadilla con alfileres
en su muñeca, dispuesto a meterle lo
que fuera necesario a cualquier vestido,
pantalón o enagua).
Y si un
simple dobladillo puede cambiar a un
personaje ¿qué puede hacer un sombrero? ¿Sería posible imaginar en Casa
blanca a Humphrey Bogart o Ingrid
Bergman sin su sombrero?
Un sombrero o una boina, una pamela..., cada una de esas prendas subrayan las características de una época, lo
cual da veracidad al relato. Son elementos del vestuario y la verdadera función del vestuario es ayudar a narrar. En este sentido, las palabras de Gabriella Pescucci, una de las
grandes Directoras de Vestuario del
mundo del cine, son más que significativas: Cuenta que cuando trabajaba con
Sergio Leone (un tipo corpulento y duro)
en Érase una vez en América, el director
tenía una fijación especial con los sombreros Borsalino. De tal modo que su
ayudante se pasaba los días retocando
sombreros para que las puntas estuvieran rígidas. Y no importaba quienes los llevaran: vaqueros, señoritas de saloon, policías, mexicanos, indios, príncipes, hombres del hampa, presidentes..., personajes de ficción o reales... Todos han tenido un hueco en los fotogramas de las
películas.
 |
Harry Potter |
De punta a punta, de norte
a sur, tocando todos los géneros y estilos cinematográficos, y las distintas clases
sociales, sobre cada una de
las cabezas de esas gentes siempre apareció la guinda, la
prenda por excelencia que hizo que una
persona se convirtiera en un ídolo en las
pantallas, en un personaje legendario
que la memoria no logrará destruir. Ya
fueran dramas, tragedias o comedias, o
historias para no dormir o de la nueva
ola, entre lo clásico o lo kitsch. Igual
tenía. Las magia estaba ahí. Y todas
esas historias pertenecían y seguirán
perteneciendo a un mismo universo: el
cine.
Los adictos al séptimo arte guardarán en sus retinas imágenes de los
cameos que hicieron algunos directores
en sus películas ocultos tras una gabardina, unas gafas de sol y un sombrero:
Orson Welles, John Houston, Fassbinder, Hitchcock, De Sica, Passollini... O el
de algunos actores en
películas muy significativas. Pensemos
en Gerard Depardieu en Cyrano, el
Napoleón del director Abel Gance, Sean
Connery con su corona de diamantes en
El hombre que pudo reinar de John
Houston, Harry
Potter..., o cómo no recordar al Cepa, con su boina calada
hasta las cejas, en El crimen de Cuenca
de Pilar Miró, interpretado por Guillermo
Montesinos o a Paco Rabal en el papel
de Azarías, con su “milana bonita”, su
boina y su traje de pana en Los santos
inocentes de Mario Camus, Premio de
Interpretación Masculina en el Festival de
Cannes, ex aequo con Alfredo Landa....
 |
La máscara |
El sombrero siempre será un detalle
de distinción por decisión de guión o una
necesidad inevitable del personaje. Ya
sea un musical o una de aventuras: de
Lilí Marlen a Curro Jiménez o El Zorro.
Unas películas estarán basadas en la
leyenda; otras serán históricas. Pero
cada una de ellas tendrá algo, quizás un personaje cubierto con un sombrero que
la distinguirá de las demás. Y como
prueba de ello sirva para terminar este
recorrido el mítico sombrero de Indiana
Jones, papel interpretado por Harrison
Ford.
 |
Pachuco Red Fedora Jaxon&James |
En busca del arca
perdida... Indy lleva un sombrero un poco
más alto y con una cinta Petershan de
3,9 cm. que se junta en la parte delantera. En Indiana Jones en el templo maldito, la copa es más corta y ya no se hizo
en Norteamérica sino en Austria. En
cuanto a Indiana Jones y la última cruzada, el merchandising se basó más en la
chaqueta del actor que en el sombrero,
que volvió a ser como el primero, más
alto, estilo borsalino. El éxito de este tercero fue tal, que es el que en realidad se
vende en los parques temáticos de la
Disney. Y nada más por hoy en Sombreros de cine. Sólo me queda saludarles y
despedirme quitándome el sombrero.
También añadiéndoles una pequeña cita,
un apunte, una especie de posdata llegada en última hora a la luz de mi mente:
todo el cine es poesía: desde la flor que
se abre lentamente gracias al “ralentí”
hasta el sombrero que se lleva el viento
hacia el infierno o el paraíso en Muerte
entre las flores. Todo es posible al asistir
a este espectáculo donde lo que domina
los cien minutos de metraje es la vida
misma.
 |
Sombreros estilo años 50 Vogue V8052 VintageModelo Royal Ascot |
0 Comentarios