EL CIELO ROJO

 

El cielo rojo

 

Esta mañana temprano había un cielo rojo anunciando la llegada del frío o de la  nieve, o tal vez se había vestido así porque  traía un drama escondido entre sus nubes, uno de esos dramas fuera de tiempo o quizás,  en últimas,  estuviera ofreciéndonos una fábula ardiente, inesperada, tras estos días de fiesta y asueto. Recuerdo que, siendo yo un adolescente, cuando amanecía con un cielo tan rojo como el de hoy, ya fuera enero o febrero, siempre se ahorcaba alguien. El cielo rojo anunciaba una tragedia. Bajo sus alas, traía un golpe emocional. Pero, entre sus cenizas, también traía cierta tranquilidad, sin un atisbo de viento por ningún lado, la vida en calma, tranquila, demasiado tranquila. Llegado un momento, el cielo se quitaba sus ropas y nos mostraba un mensaje apocalíptico, realista,  y nos zarandeaba a un lado y a otro como si fuésemos un sonajero, hasta que lograba despertarnos. Entonces, nos hablaba. Nos despertaba para decirnos algo. Esta mañana, tras las nubes, se divisaba un sol tenue, que, a pesar de su lejanía y su timidez, representaba un halo de esperanza.

 Las primeras luces de la mañana, de repente, me han hecho creer que estaba en Marte. El cielo de mi barrio parecía el del infierno. La luz se dispersaba en un mar de partículas en tonos naranjas, morados y rojos. Como suele decirse, “si amanece bermejo, ponte a cubierto”. Los más ancianos dicen que “si hay un cielo rojo es que nos vamos a meter en remojo”,   una manera de decir que nos vamos a empapar, aunque lo digan utilzando una rima fácil.

La luz trae emociones nuevas y va escribiendo el futuro, que es un capítulo desconocido, incierto, necesitado de una redacción limpia, donde irán seguramente implícitos los aciertos y desaciertos, los borrones, las tachaduras, “el borrón y cuenta nueva”  de toda la vida, tan tajante, que venía a decirnos que había que empezar de nuevo. O de cero, que nunca se sabe qué es mejor. Y en ésas estamos, en lo que viene, en lo que trae el tiempo, lo último, la buena nueva, la  que nos tiene en vilo y hace que estemos  nerviosos y algo desconcertados.

Y en cuanto a lo del color de cielo de esta mañana… Muchas veces es una cosa orientativa  y siempre hay que esperar a las últimas novedades o a las últimas noticias, tan llenas de bulos, tan tremendistas, parecidas a la manera de torear que tenía el Cordobés cuando hacía “el salto de la rana”. El tremendismo es el taco, la violencia, el “pormihuevismo”, tan de moda .en estos tiempos de celofán y plástico, del imperio de la indiferencia que nos arrastra al vacío, cuando nada importa, ni tan siquiera el individuo.   Y lo que queda… Nosotros no podemos permitir que cuatro desaprensivos vengan a ensuciar la vida. Si hace falta, formaremos un cuadro humano, inamovible ante la crueldad, y ampliaremos el abecedario para decir lo que tenemos que decir. No puede dejarnos de interesar el ser humano. Renunciar a él es renunciar a nosotros mismos y caer en lo artificial, que se ha metido hasta nuestras alcobas como si fuera un fantasma que juega con nosotros por la noche. El cielo puede estar rojo al amanecer pero no por eso debemos olvidarnos del sexo, de la dignidad, y de reír. Tenemos que seguir haciendo prácticas cada mañana con el homo sapiens.

 

 

 

 

 

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