EL PADRINO I (1972)

 



Póster El Padrino

El filme fue producido por Albert S. Ruddy, de la compañía Paramount Pictures. Está basada en la novela homónima (que a su vez está basada en la familia real de los Mortillaro de Sicilia) de Mario Puzo, quien adaptó el guion junto a Coppola y Robert Towne. Fue estrenada el 15 de marzo de 1972: el primer fin de semana ganó 30 millones de dólares y terminó por recaudar 134 solo en Estados Unidos y más de 110 millones a internacional.
Es una de las producciones más aclamadas de la cinematografía estadounidense y mundial. Considerada por la mayoría de la crítica y un gran sector del público como uno de los mejores filmes de todos los tiempos y la mejor película de Francis Ford Coppola. En 1973 se hizo acreedora a tres Premios Óscar por mejor actor para Marlon Brando, mejor película y mejor guion adaptado para Mario Puzo y Francis Ford Coppola. Anteriormente, había ganado cinco Globos de Oro por mejor película dramática, mejor director, mejor actor dramático, mejor canción original y mejor guion. Esta fue la primera parte de una trilogía, completada a la postre por The Godfather Part II, en 1974, y concluida con The Godfather Part III, en 1990.
Tal vez podremos atrevernos a decir que es la película más grande de la historia del cine. En su estreno en Nueva York, la gente hacia colas bajo la nieve para conseguir una entrada.
Coppola venía de ganar un Oscar al mejor guion por 'Patton'. Había sido elegido para rodar 'El Padrino' porque el jefe de Paramount, Robert Evans, quería que la película “oliera a spaguetti”. Pero las piezas no encajaban. Es cuando Coppola decide pedirle ayuda a su amigo Towne, que más tarde terminaría el guion de Chinatown. A las cuatro de la mañana, Robert Towne entregó el texto corregido de que convertiría a 'El Padrino' en la obra más grande jamás filmada. Tres minutos y medio de conversación entre los dos personajes principales. Menos de cuatro minutos de un total de casi tres horas, para hacer encajar todas las piezas, dejando el camino preparado para una secuela o una tercera película. Una secuencia memorable: Vito Corleone, Don Vito, el Don de la familia más poderosa de Nueva York, charla con su hijo Michael sobre los siguientes pasos a dar, sobre el futuro y el control de La Familia. Tras unas primeras frases introductorias, Michael le pregunta qué le pasa, por qué se preocupa. “Yo dirijo. Te dije que lo haría y lo estoy haciendo”. Don Vito se acerca, la música suena, y le dice con tristeza: -“Esto no es lo que deseaba para ti. He trabajado toda mi vida por el bienestar de mi familia, y siempre me he negado a ser un muñeco movido por los hilos de los poderosos. Contigo tenía otros proyectos, Michael. Pensaba que algún día podrías llegar a mover esos hilos como Senador Corleone, Gobernador Corleone, o más”.
Durante el rodaje, tenían claro que uno de los puntos más complejos emocionalmente y en cuanto a estructura se refiere era el traspaso del liderazgo de padre a hijo. Se buscaba que la secuencia transmitiese el amor mutuo y el sincero respeto que sentían el uno por el otro, pero sin decirlo abiertamente.

La familia Corleone

 El Padrino nos dejó muchas curiosidades sobre su realización. Una película es un milagro y una película excepcional como ésta es una sucesión de milagros. Todo puede torcerse, todo el mundo opina, todo el mundo sabotea a todo el mundo por su propio interés. Coppola pudo dirigir la película como pudo no hacerlo. Contaron con Marlon Brando porque el mítico actor quería fastidiar a Frank Sinatra. Pero la Paramount no quería a Brando porque tenía fama de conflictivo. Y ahí entró en acción Coppola: o hacía de Don Vito Corleone Marlon Brando o él abandonaba  el proyecto. Una noche, estaba cenando la familia Coppola y llamaron a  la puerta. Al abrir Francis, vio a Marlon Brando imitando a Don Vito Corleone. Se había metido unos algodones a los lados de la boca, había quebrado su voz y… A partir de ahí, Francis Ford Coppola lo tuvo clarísimo: o era Marlon el padrino o no era nadie.

 La mafia acabó dejándoles hacer la película a cambio de que no se pronunciara la palabra mafia en ningún momento del metraje. Además, los productores tampoco querían a Al Pacino en el papel de Michael Corleone porque era demasiado bajito y tampoco querían rodar en Nueva York porque era demasiado caro.  Es más, querían ambientar la historia en los años setenta, porque recrear la época de posguerra elevaba el presupuesto. Basta imaginarse El Padrino sin Al Pacino o rodada en los años setenta para comprender lo cerca que puede estar una película de ser cualquier cosa menos una gran película. Recordemos, por ejemplo que Casablanca la iba a protagonizar  Ronald Reagan.

La boda de Michael Corleone

Cuando vemos una película perfecta, pensamos que fue fruto de unas condiciones de rodaje placenteras, de mucho amor entre el elenco y cierto amor aún mayor por el propio cine, y que todo el  equipo trabajó unido en aras de la excelencia. Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que una película perfecta es, a fin de cuentas, fuerza de voluntad de su director, que consigue hacer lo que puede con lo que tiene, entre malabares de egolatría y chapuzas disfrazadas de genio. Coppola ni siquiera quería a James Caan en El Padrino y, sin embargo, la secuencia en la que James Caan es  tiroteado es una de las más recordadas de la película.

En cuanto a Mario Puzo... Agobiado por las deudas y tras varios fracasos, decidió escribir un libro pensando que iba a ganar dinero y así podría pagar a sus acreedores. No pensaba en la calidad de la obra. El resultado de todo aquello fue El Padrino, una novela que se convirtió en un clásico y que Hollywood decidió llevar a la gran pantalla de la mano de Francis Ford Coppola. En un juzgado de Nueva York, el honrado propietario de una funeraria aprieta los dientes con impotencia al ver cómo un juez deja en libertad a los agresores de su hija adolescente. Frustrado, le dice a su esposa: -"Si queremos justicia, deberemos arrodillarnos ante Don Corleone". Así se desarrolla una de las secuencias más impactantes de El padrino, la obra cumbre del escritor norteamericano Mario Puzo, nacido el 15 de octubre de 1920 en Nueva York, que en 1972 sería llevada con gran éxito al cine de la mano del director Francis Ford Coppola.

Mario Puzo, que fue un empedernido fumador de puros, se crió en distrito neoyorquino de Hell's Kitchen (la cocina del infierno), en Manhattan. Aun viviendo en un barrio marginal, Puzo nunca tuvo contacto con nadie del hampa ni de los bajos fondos. Su conocimiento de ese submundo le vino gracias a su cercanía con el juego, los garitos, crupieres, prestamistas, jugadores compulsivos y usureros. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Puzo se graduó en la Universidad de Columbia y empezó a ganarse la vida como escritor. En 1955, publicó su primera novela: La arena sucia. Deprimido por el poco éxito obtenido, Puzo aceptó trabajos como editor en publicaciones para adultos y se dedicó a escribir relatos criminales para algunas revistas neoyorquinas, hasta que logró publicar su novela La Mamma (1965), a la que seguiría Seis tumbas en Múnich (1967). A mediados de la década de 1960, Mario Puzo se encontraba al borde de la quiebra. Con más de 45 años, cinco hijos que alimentar y una deuda de 20.000 dólares (debía dinero a sus familiares, a los bancos, varias casas de apuestas y algunos usureros), su carrera como escritor hacía aguas y,  aunque sus primeras novelas habían recibido muy buenas críticas, las ventas habían fracasado estrepitosamente. Sus editores, que ya le habían dado más de un ultimátum, le propusieron que escribiera una novela sobre gánsteres, porque allí veían un gran filón. Puzo, hijo de inmigrantes napolitanos, no estaba muy convencido, pero en realidad no tenía muchas opciones. Necesitaba el dinero. De este modo, empezó a escribir una nueva novela. Pero las 150 primeras páginas no tuvieron sin embargo el éxito esperado. En una de las visitas a su editor, Puzo salió de la oficina hecho una furia y recriminándole que no reconociese el valor de lo que había escrito. Aunque no sería éste el único rechazo que recibiría. Resignado y desmoralizado, Puzo recordó una conversación que había tenido años atrás con el cómico Lenny Bruce, quien le había dicho: -"Basta de tonterías. Es hora de madurar y de agotar ediciones". Con sus 150 páginas bajo el brazo, Puzo volvió a recorrer las editoriales, siendo sistemáticamente rechazado hasta que se las mostró a un periodista de la revista Magazine Management Co. Éste quedó encantado con la historia y se la mostró a G. P. Putnam’s Son, una de las editoriales más grandes e importantes del país, que le ofreció al autor un adelanto de 5.000 dólares. Al finalizar el libro, Puzo lo dejó en las oficinas de la editorial, cobró el cheque, pagó sus deudas y se fue con su familia a Europa. Antes de marchar, el escritor pidió que no mostraran aún el libro a nadie, porque si bien el argumento estaba terminado, todavía le faltaban algunas correcciones por hacer y además había partes de la trama que no le convencían del todo. A su regreso a Estados Unidos, Puzo se acercó a la editorial para saber en qué situación se encontraba su novela e intentar sonsacar algunos dólares más. Lo que no sabía es que su suerte había cambiado para siempre. Cuando llegó, se dio cuenta de que no tuvo que esperar mucho en la sala de espera, que, extrañamente, la secretaria lo había recibido con una sonrisa en los labios y que incluso le preguntó si quería tomar algo. Una vez en el despacho, el editor lo abrazó calurosamente y le comunicó que una gran editorial había pagado 410.000 dólares para lanzar una edición de bolsillo de su novela con el título de El Padrino y que los estudios de Hollywood se disputaban su adaptación al cine.

Diane Keaton y Robert Duvall

La paradoja de esta historia es que la Mafia terminó copiando de El Padrino algunas costumbres que se habían perdido, como el doble beso o los rituales exagerados, que fueron recuperados por los jóvenes gánsteres de la época. Muchas de las frases pronunciadas por los protagonistas de la novela se convirtieron en expresiones habituales en el argot de los mafiosos. La realidad imitaba a la ficción.

En cuanto a Francis Ford Coppola, también hijo de inmigrantes italianos, fue el escogido por Paramount Pictures en 1972 para dirigir la versión cinematográfica de El Padrino. Pero, como le había pasado a Puzo, al principio la idea no le entusiasmaba. Coppola tenía en el cine una carrera parecida a la del escritor: había filmado una serie de películas independientes muy respetadas por la crítica, pero que habían tenido escasa repercusión en las salas. En una entrevista, Coppola afirmó: - "Cuando me senté a leerlo por primera vez, mi primera impresión fue de sorpresa y consternación; se parecía más a un libro de Harold Robbins o Irving Wallace, una obra hecha para ganar dinero, llena de sexo y tonterías"..

El encargado de componer la banda sonora fue Nino Rota, envuelto en la fama y el éxito por la música de películas como Guerra y Paz, La dolce vita, A pleno sol, 8 ½ , El gatopardo…  Coppola le dio varias indicaciones, sobre todo le dijo que la música debía subrayar con una especie de vals la continua cadena de delitos, y el movimiento circular del vals sería  perfecto para lograrlo (tengamos en cuenta que el padre de Coppola, Carmine, rera director de orquesta y algo sabía el hijo de lo que le estaba diciendo).

El Padrino se estrenó en 1972 en los cines de Estados Unidos. La película llegó a los Premios Oscar con 10 nominaciones y se llevó tres estatuillas: a mejor película, mejor actor, para Marlon Brando, y mejor guion adaptado, para Mario Puzo y Francis Ford Coppola, pero Coppola se quedó sin Oscar como mejor director, que fue a parar a Bob Fosse por Cabaret. 

Aquella gala número 45 ha pasado a la historia por el boicot de Brando: no fue a la gala y envió a Sacheen Littlefeather (vestida con el atuendo de los apaches) para anunciar que rechazaba el Oscar como protesta por el trato recibido por los nativos americanos en el mundo del cine.

En esa misma gala,  Jaime de Arminán representaba a España con la película Mi querida señorita en el apartado de mejor película de habla no inglesa, pero se lo llevó otro español, Luis Buñuel, aunque representando a Francia con El discreto encanto de la burguesía.

 

 

 


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