PAISAJES DE GUERRILLA



Homenaje a la Guerrila 
 

Muchos maquis fueron considerados por la justicia española como vulgares delincuentes, mientras que en el extranjero siempre se les tuvo por unos héroes (maquis es una palabra que viene del francés “maquia”, con la que referirnos al partisano, al guerrillero o a los luchadores por la libertad).  

Hace un tiempo, durante tres años seguidos, estuve asistiendo a las jornadas que se celebraban en Santa Cruz de Moya (Cuenca) en homenaje a los hombres y mujeres que lucharon por la libertad. En una pequeña sierra formada por unos pocos cerros,  no muy lejos del mítico Cerro Moreno, en el que se libró una de las batallas  más importantes del Frente de Teruel,  se construyó un monumento con el que rendirle homenaje a la guerrilla.

Desde entonces, los vecinos  de la localidad y la asociación de La Gavilla Verde presentan cada año Las jornadas de la crónica rural de la Guerrila Española: una memoria histórica viva. El deseo de la organización no es otro que convertir a Santa Cruz de Moya en un aula de la Universidad de Castilla La Mancha y llevar una labor de investigación en plena Serranía para desenterrar ese pasado oculto e ignorado y que sea conocido en toda su trágica profundidad.  Un lugar de encuentro de escritores, cineastas, periodistas, investigadores… Con testimonios de personas que vivieron aquellos días, más  un coloquio sobre la resistencia armada en la posguerra y un debate con el título de Maquis y Pirineos.


Monumento a la guerrilla en Santa Cruz de Moya

A los  encuentros siempre acudieron caras conocidas: Diego Carcedo, Julio Llamazares, el documentalista Agustí Ferrán Sánchez (El Maquis: una guerra silenciada), y Montxo Armendáriz, entre otros, una experiencia que al cineasta navarro le llevó a rodar Silencio roto, una obra fallida sobre los hombres y mujeres que se subieron a la montaña para luchar por la libertad.  Decía Miguel de Unamuno: ·Venceréis porque tenéis fuerza sobrada, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir y para persuadir necesitaréis razón y derecho en la lucha”. Es cierto que, como sucede en todo colectivo, tuvo sus luces y sus sombras, sin que por elllo dejemos de reconocer su importancia. Dentro de este movimiento, amén de infiltrados, hubo verdaderos combatientes por la libertad, la República. Y una vez terminada la Guerra Civil, siguieron presionando a Franco desde los montes. Se cree que ésa fue una de las razones por las que el Generalísimo no quiso entrar en la Segunda Guerra Mundial: "dentro" había muchas cosas que vigilar. La resistencia fue tan dura como humillante. Por ejemplo,  la 127  Brigada, de signo anarquista, la llamada Roja Negra, lo que hizo fue prolongar su agonía, algo que, tras la batalla de Teruel, ya parecía bastante claro. En aquellos años, los montes tenían ojos, como asegura Antonio Lázaro Cebrián. T.S. Eliot, decía que “en las montañas es donde uno se siente libre”.


Banderas al viento en el homenaje al maquis

En Santa Cruz de Moya había muchos recuerdos de aquellos años. Me llamó  la atención una mujer, que, por aquel entonces, tenía 75 años. Cuando era una niña y contaba con unos 11 años, todos los días subía al monte para llevarles la comida a su padre y a su hermano. También les llevaba consignas, recados… Un día, cuando subió, se los encontró muertos. Entonces, se echó el fardel y los fusiles al hombro, y se hizo guerrillera. Ya no se bajó del monte. Corrían los temibles cuarenta y ella seguía luchando por sus ideales. Y me dijo: Nosotros decíamos viva la vida y ellos viva la muerte”.

En aquellos encuentros, sobre las mesas y las vitrinas, se podían ver muchos recuerdos: fotografías de las batallas,  periódicos de la época …  Claridad, El Sol, El Liberal, El Debate, La Trinchera, La Vanguardia, El Pueblo, El Arriba… También había documentos, películas, billetes y monedas de cuando la República, recuerdos de los brigadistas, de los militares…  En resumidas cuentas, allí está recogida parte de la memoria de entonces, toda ella expuesta en un escaparate de la verdad, del hambre, de la huida, la pena o la muerte, como dice Miguel Hernández en El Niño Yuntero. Cosas que parecen ya superadas y olvidadas y retenidas en el fondo de nuestra historia, pero que no lo están.  También, en ese remanso de paz, podemos escuchar las canciones de uno y otro bando: 

Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero, en el frente de Gandesa, primera línea de fuego…” .

“En el cielo manda Dios y en el mundo los gitanos, y en el pueblo de Valbona los republicanos…”.

 “Cara al sol, yo me vuelvo morena, mi novio no me va a querer. Si no me quiere, que no me quiera, me quiere un requeté”.

A menudo ha sido un tema tabú y desconocido, cuando sin lugar a dudas fue la oposición más seria al régimen de Franco. El Estado tejió una serie de silencios en torno a la guerrilla. Ante la imposibilidad de hablar abiertamente, los habitantes de los pueblos y aldeas aprendieron las historias de los hombres del monte para legarlas a sus descendientes, construyendo así una memoria colectiva y clandestina que con el tiempo se hizo leyenda. Pero que nadie se engañe: hay una diferencia clara entre la violencia revolucionaria y la brutalidad terrorista. A los maquis se les llamó desde bandoleros a forajidos. En la época, había un dicho muy popular entre los guardias civiles: ”maquis muerto, billete de mil pesetas”. Sabido es que la historia la escriben los vencedores, pero la guerrilla no sólo fue erradicada por el régimen, sino también por el empeño del Partido Comunista Español, que expulsó a los guerrilleros de su pasado, los marginó, para hacer creíbles las nuevas estrategias, aquello que llamaron la “política de la reconciliación nacional”.

Con la consolidación de la democracia, se publicaron importantes monografías sobre el tema, dignificando de algún modo la resistencia armada. La consigna era olvidar a los hombres de monte que lucharon por unos ideales, puesto que su recuerdo no hacía más entorpecer y poner en evidencia la cobardía de la mayor parte de quienes, muerto el tirano, se proclamaron luchadores por la libertad. Entretanto, en un exilio acomodaticio, se habían ido repartiendo el poder, como así fue. Por lo tanto, aquellos hombres y mujeres fueron víctimas del franquismo y del P.C.E., siempre tan reticente con el anarquismo y con otras ideologías. Lo que no se entiende es por qué fueron víctimas de los demás republicanos, así como de la Historia.

Para terminar, más allá de hacer literatura barata, diré que todo ciudadano tiene derecho (y el deber) de protegerse: con las armas, como lo hicieron los guerrilleros;  con el odio al oponente, como lo hicieron los traidores y los nacionales. Ahora que unos y otros han dejado las armas, tal vez sea el momento de trasladarlos de la leyenda a la Historia.

 

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