EL SUEÑO DE UNA SOMBRA



 

Agua de lluvia cayendo por los canalones


Hay personas a las que les gusta tener la conciencia a remojo todo el día. Les va eso de luchar por las causas perdidas. Sigue cayendo el telón de la noche. La ceniza del cigarro son los restos del ayer y el humo su sombra. El número 13 es otra sombra. Y la sombra del amor es azul. Y la de la primavera verde. Píndaro, decía: -“El hombre es el sueño de una sombra”. 

La tierra ya no es un mosaico de lugares. Es un sitio donde por alojarse pagamos un alquiler carísimo. Los alquileres están por las nubes. Las palomas aplauden con las alas. Tenemos como símbolo de la paz a un ave capaz de comerse a sus polluelos. Cuando pienso en los símbolos...  En ese momento, lo único que me calma es un tazón de caldo montañés. Mientras lo caliento en el fuego, oigo el ruido de las cacerolas. Es el vecino de enfrente, porque el de arriba..., ni habla ni come. Se pasa el día tocando el violín. También oigo las toses. Son sonidos secos. Y los portazos. Y los malos modos. Vidas cruzadas en pocos metros. Drama y violencia. También oigo llover. Es una melodía que tararea el agua. Al escuchar cómo llueve, siempre se me escapan cuatro palabras de admiración . También un par de secretos, porque uno tiene cosas por las que callar. Las casas están llenas de secretos: los de alcoba y aquellos otros  que  se taparon en cada una de nuestras infancias. 

Todo se repite en este amanecer. Todo va y viene, y pasa. El armario huele a carne y a tiempo. Aquellos tiempos… El cuerpo que me falta, que me embriaga y que tengo que olvidar cuanto antes, menos su aroma, que queda entre mis ropas.  Paredes que hablan; paredes que callan. Suena la olla a presión, ese sonido de la comida de los pobres. Las verduras, la menestra, la coliflor…, cuyo olor inunda las escaleras. Huele a populismo. Y a vino con gaseosa. Y a yogures de oferta. La vecina del segundo, a pesar de la lluvia, ha tendido unas cortinas sin centrifugar. Y ha puesto las pinzas mientras le daba una calada al cigarro. Yo, con la bocanada de humo que ha lanzado al aire,  he decidido regresar a mi mesilla, a otra página de mi libreta, tan fiel, donde me interrogo. Palabras para leer. 

En estos instantes, estoy detenido ante mí mismo como un barco. El mar…, la mar…, marinero… Entre Alberti y el 27; entre el exilio de la posguerra y un premio Nobel que ocupaba el sillón con la letra "O" en la Real Academia de la Lengua. La mañana lluviosa que vuelve a caer sobre los tejados como un pañuelo blanco, símbolo de la rendición. Tenemos que ponernos de pie. La calle nos llama. Y alzar de nuevo la voz. Pero sin rimas estúpidas. Sin sábanas escritas. Sólo con nuestra voz, la voz humana, que es el instrumento más maravilloso del mundo.

Palpita el corazón rojo de un jueves mientras la semana recorre la primavera y la siembra se alinea más allá de nuestra mirada.  Todo fluye, todo sigue, sin que haya vuelta atrás. Los árboles se adornan con miles de flores en espera a que llegue el fruto y los hierbajos se rinden al paso de la hoz. Los arroyos descienden de las montañas con sus limpias aguas cantando una melodía  y el risco se despeña tras el último latido. La luna se pone en pose cuando escucha a Chopin y el cielo se convierte en la vidriera medieval de la vida. Todo es sencillo,  como siempre. El tiempo transcurre al ritmo de las estaciones, que  van despojando a la tierra de sus ropas. El domingo le ponen otras distintas. Todo cambia; nada cambia. Todo surge, y cae,  para regresar después. Esa es la ley o la verdad. Un orden da paso a otro orden.  No hay tregua. Una huella borra otra huella. Y la risa se lleva el llanto y la luz de los ventanales alumbra la estancia inundándonos de alegría, de gozo , y nos trae los trozos del tiempo perdido. Es cuando llegan las emociones del alma, porque la luz trae el pálpito, la alegría, y hace que todo fluya,  que se prolongue, que discurra calle abajo…,  haciéndonos ver   la grandiosidad de  la  vida, de esa  existencia que transcurre sin ruidos, sin idilios ni cegueras, la misma que nos  habla despacio, con la voz clara,  entendible..., y que siempre tiene un brazo para echárnoslo por el hombro, y que empuja a los niños para que salgan de sus casas a jugar en la calle...  Y a nosotros nos ayuda a subir por la mañana  los visillos de la cocina para que veamos la  fascinación que genera la propia vida sin necesidad de darle demasiadas vueltas... , una vida que solo nos pide que estemos ahí..., porque de lo que se trata es de seguir,  de ir hacia delante..., de desfilar una vez más ante nosotros mismos  hasta que comprendamos lo emocionante que es estar vivos..., sentir lo que significa esa aventura tan maravillosa…  Y sobre todo hacerlo siendo más humanos que nunca.

 

 

                                     

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1 Comentarios

  1. Así es... la vida nos pide que estemos ahí pero sin hacer daño y como dices: "siendo más humanos que nunca"
    Buenísimo

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